VIKINGOS EN AL-ANDALUS.
A mediados del siglo IX, el emirato de Córdoba era uno de los grandes Estados de la Europa Occidental, conmovida por la división de su viejo rival el imperio carolingio. Los sucesores de Carlomagno tuvieron que enfrentarse contra los inquietos pueblos del Norte europeo que conocemos como los vikingos, capaces de formar flexibles ejércitos de invasión.
En el 843 los vikingos surcaron las aguas del Loira hasta Nantes y las del Garona hasta Tolosa. Sus éxitos en la Galia los condujo a tener mayores noticias de la situación de la Península, cuyas riquezas les tentaron.
Formaron una importante fuerza expedicionaria, y el 1 de agosto del 844 tomaron tierra en Gijón, en el reino de Asturias. De los detalles de sus acciones allí contamos con escasa información.
Alcanzaron Lisboa el 20 de agosto, un miércoles. En su estuario permaneció la flota vikinga unos trece días. Invasores y naturales combatieron hasta tres veces, y Lisboa resistió al empuje de los hombres del Norte. Su gobernador dio aviso al emir Abd al-Rahmán II de su peligrosidad.
Sin embargo, parte de su flota llegó a tomar Cádiz, y otra remontó el Guadalquivir. El 2 de septiembre llegaron a Sevilla, que tomaron con brutalidad. La saquearon durante siete días y en la isla Menor depositaron su botín. Con los caballos de la zona, emprendieron incursiones.
La capital del emirato se encontraba amenazada. Desde Córdoba, Abd al-Rahmán II mandó un cuerpo de caballería ligera para contener la situación, y convocó a todas sus fuerzas, procedentes de las provincias y fronteras andalusíes.
La movilización fue coronada por el éxito. Los invasores fueron vencidos en Tablada. Se ha escrito de la muerte de unos 1.500 vikingos, el apresamiento de unos 400 y el incendio de treinta de sus naves. Los que navegaban al Norte de Sevilla consiguieron pasar por los puestos andalusíes del Guadalquivir al liberar a sus cautivos.
Evacuaron Cádiz e intentaron infructuosamente tomar tierra en Niebla y el Algarbe. Los que quedaron incursionando fueron finalmente apresados. Más tarde abrazarían el Islam y se dedicarían a elaborar quesos. La organización del emirato había vencido a la furia del Norte escandinavo.
Fuentes.
Claudio Sánchez Albornoz, Orígenes de la Nación Española. El Reino de Asturias, Sarpe, Madrid, 1985.
Víctor Manuel Galán Tendero.