VIAJE AL CORAZÓN DE LA CONTEMPORANEIDAD.
En 1899 Joseph Conrad nos hizo viajar al corazón de las tinieblas para adentrarnos en la vaporosa moralidad humana y en Confesiones en la sombra Jesús María Sánchez González nos traslada al corazón de nuestra contemporaneidad.
La novela negra va más allá, mucho más, de la historia de policías y delincuentes. Los más abyectos criminales hacen gala de su refinada cultura al modo de los más sangrientos seguidores de Hitler. Sumergido en una vida insatisfactoria yace el detective, el heroico antihéroe de un mundo que ha dado por difunta a la épica homérica. El género negro se erige en notario de nuestro mundo sin dejar de creer que algo bueno nos puede suceder alguna vez.
Y a veces pasa.
Cuando se publica una novela como Confesiones en la sombra. ¿Cómo atraparías a un asesino que tú solo sabes que existe? nace algo bueno. La aparición de un libro, el nacimiento de un niño o plantar un árbol renuevan nuestra creencia en el futuro, a despecho de los inconvenientes del presente y las lecciones del pasado más crueles. La palabra escrita da nuestra medida humana.
Hay una condición muy humana que es la del escritor, la de la persona deseosa por expresarse y hacer reflexionar. A esta condición se le rodea de categorías profesionales y argucias promocionales que en el fondo solo sirven para ejercitar lo que a uno más le gusta. Mario Vargas Llosa mantiene que después de los premios solo queda lo esencial, el placer de escribir, algo de lo que disfruta y nos hace disfrutar Jesús María Sánchez González.
Con el estilo directo de un informe que huye de lo superficial y de lo escabroso, el autor nos adentra por algo más que una pesquisa detectivesca, muy entretenida de seguir. Su novela nos habla de tres fenómenos muy propios de nuestra Historia más contemporánea, de nuestra manera de entender la vida que nos ha tocado.
Nuestro lenguaje, nuestra expresión, inevitablemente está determinado por las imágenes, las pausas, los guiños y los diálogos de la cinematografía. Rara sería la persona que hoy en día pudiera contar una historia sin este referente tan impactante.
El cine ha llegado a todos los rincones de nuestra alma y de nuestro cada vez más pequeño mundo hasta tal extremo que podemos situar una trama negra sin problemas más allá de la Gran Manzana. El clásico diría que el mal está al acecho en cualquier lugar y los novelistas le dan la razón. San Real del Júcar, lugar imaginario en el que transcurre la el relato, es una metáfora de todo ello.
Pese a todo y a toda nuestra tecnología no dejamos de ser humanos, demasiado humanos, atemorizados con nuestra conciencia de finitud y alentadores de sueños de inmortalidad que a veces nos conducen a la megalomanía inductora de terribles tragedias.
¡Disfruten con gusto de este apasionante viaje!
Víctor Manuel Galán Tendero.