UNA MOZARABÍA SERRANA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La conquista musulmana de la península Ibérica no puso fin al cristianismo de tiempos visigodos, el de los mozárabes. Considerados como gentes del Libro, pudieron continuar practicando su religión a cambio del pago de un tributo al poder islámico. No obstante, las relaciones no siempre fueron fáciles.
En ocasiones, los mozárabes se acogieron a territorios abruptos como la sierra de Andújar. Allí, en puntos como la Loma de las Sepulturas o Santa Amalia, se han encontrado tumbas rupestres de forma antropomorfa, con cruces grabadas algunas.
Eran las sepulturas de gentes ganaderas y diestras en el aprovechamiento de los bosques, que habitaban la aldea llamada Folena (literalmente “sepulturas de pobres) en 1155. Las autoridades musulmanas no se fiaban mucho de aquellos mozárabes y erigieron la fortaleza de Sandula, que vigilaba el curso del Jándula.
Precisamente, en el 853, los aldeanos prestaron apoyo a los insurrectos toledanos, acaudillados por el mozárabe Ibn Yulius, para tomar la fortaleza, desde la que lanzaron un ataque contra el ejército del emir de Córdoba, acampado junto a la fortaleza de Andújar. Las luchas entre distintas comunidades y facciones marcaron la segunda mitad del siglo IX andalusí.
Para saber más.
Juan Carlos Torres, “La iglesia mozárabe en tierras de Jaén (712-1157)”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 192, 2005, pp. 9-38.