UNA LEONA DE NUESTRO MUNDO ANTIGUO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El afortunado hallazgo de la pieza escultórica de la leona en la cordobesa La Rambla ha logrado una gran atención en los medios de comunicación, con razón. Nos vuelve a recordar los días de descubrimiento de las grandes damas de la cultura ibera, de figuras con resonancias casi totémicas. Nuestro pasado antiguo nos fascina, con piezas de singular valor. En relación a la bella escultura de la leona, todavía deben de aclararse muchas cosas, como su datación exacta y función.
Algunas otras cuestiones parecen más claras. La vinculación de este tipo de figuras con el mundo religioso del Oriente Próximo es clara. La diosa Isthar, tan importante en la Babilonia de Hammurabi, la de la seductora diosa de la fertilidad, era bien capaz de amansar al fiero león y de hacerle perder su proverbial bravura, un motivo que encontramos en el relato de Sansón y Dalila. En ocasiones, Isthar se representaría sobre un león. En Egipto, la diosa leona Sekhmet acusaba ciertas influencias de la deidad babilonia. De aspecto guerrero y vinculada a la realeza, su figura fue característica del Imperio Nuevo que dominó el área palestina.
En el Próximo Oriente del siglo IX antes de Jesucristo, los leones eran animales apotropaicos, capaces de alejar el mal. Tanto los fenicios como los cartagineses participaron de su culto, ligado a Astarté, y lo extendieron en la península Ibérica. Según Macrobio, los fenicios de Gadir disponían en las proas de sus naves figuras leoninas. Los leones guardianes de El Torrejón de Abajo (Cáceres), del siglo VII antes de Jesucristo, serían un buen ejemplo de su difusión.
La cultura ibera adoptó tan singular elemento. Entre los siglos VII y VI antes de Jesucristo los encontramos en El Macalón (en la albaceteña Nerpio), proponiéndose funciones de apropiación del territorio y de dominio de los caminos. En Pozo Moro (Albacete) o en las cordobesas Baena y Nueva Carteya encontramos singulares piezas de leones. Los asentamientos y actividades fenicias alentaron el desarrollo de la cultura ibera y de estas manifestaciones artístico-religiosas en el Sureste y en la Alta Andalucía, donde se formaron importantes núcleos de población que controlaban un territorio de extensión variable.
Sin embargo, la gran escultura ibera del exterior de las tumbas prácticamente desaparece a finales del siglo IV antes de Jesucristo. Las representaciones de leones con una presa, sea animal o humana, serían posteriores. Nos las encontramos en necrópolis que van de Cádiz a Cuenca, en poblaciones fundadas desde el siglo II antes de Jesucristo por los romanos, que han ido incorporando a las mismas a distintos grupos indígenas. Los leones ibero-romanos sobre cabezas humanas serían una muestra de la primera arquitectura funeraria hispano-romana, en las que las cabezas simbolizarían los antepasados del difunto y el león al protector de su linaje, capaz de conducirlo al más allá. Tales manifestaciones sería un ejemplo de la romanización acometida entre Provenza y el valle del Guadalquivir por elementos procedentes del Norte de Italia, donde la influencia celta y el culto a las cabezas eran importantes.
En La Rambla de Córdoba, los romanos erigieron una ciudad, que en el siglo I antes de Jesucristo contó con magistrados de origen ibero e incluso del céltico Norte italiano. Cómo encajaría la leona recién descubierta en todo ello todavía está por ver, pero la historia que nos contará será tan impresionante como la de su belleza.
Bibliografía.
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Pedro J. Lacort, “La indiscutible presencia romana en La Rambla”, laramblahistorica.blogspot.com/2016/12
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