UN MAL AÑO EN LA ATALAYA IBICENCA DEL IMPERIO ESPAÑOL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En el siglo XVI, se libró un duro enfrentamiento por el dominio del Mediterráneo entre españoles y otomanos. La victoria cristiana en Lepanto fue recibida con gran alegría en muchas localidades del litoral español e italiano, pues los turcos y sus aliados lanzaban todos los años contundentes incursiones navales, que obligaban a mantener una constante tensión defensiva.
Ibiza se encontraba expuesta a semejantes peligros, y las propias autoridades reales (conscientes de su valor estratégico) potenciaron sus defensas. Sus bravas gentes también dependían del trato comercial con otras tierras mediterráneas, dentro del veterano círculo de la Corona de Aragón, que fue revalorizado estratégicamente con la afirmación del Camino Español que conducía a los Países Bajos, evitando en la medida de lo posible algunas rutas atlánticas en el transporte de metales preciosos.
A fines del XVI, las espadas estaban en alto, máxime con la hostilidad de la Francia de Enrique de Borbón, en relaciones con ingleses y holandeses. El frente norteafricano distaba de haberse pacificado, y las galeras de España, comandadas por un adelantado, recalaron en más de una ocasión en Ibiza. Su dotación de soldados llegó a formar parte de la cofradía del Santo Nombre de Jesús, con funciones funerarias harto oportunas.
El estado de guerra ocasionaba un sinfín de gastos, y la prosperidad ibicenca era más que necesaria, un verdadero nervio militar. En 1591, se vio amenazada por diversas circunstancias.
La no siempre fácil producción de sal casi cesó en Ibiza por las fuertes lluvias del mes de agosto, que inundaron los estanques salinos, no pudiéndose cargar ninguna nave con tan preciado producto, muy necesario para los intercambios comerciales insulares.
Coincidió que la cosecha de trigo tampoco había sido favorable en Sicilia, uno de los graneros del Mediterráneo. Los ibicencos, en vista de ello, pidieron ayuda a Mallorca para abastecerse.
La noticia de la escasa contratación de lanas en Alicante agravó más todavía la situación, pues las naves que zarpaban desde el puerto de aquella ciudad con destino a Italia recalaban a menudo en Ibiza.
En el Norte de África, sin embargo, la cosecha había sido buena, y la plaza de Orán pudo abastecerse bien y dispensar grano a otras. Fue una ventana de oportunidad para aliviar la situación de la atalaya ibicenca.
Fuentes.
Vicent Ferrer i Mayans, Un memorial de la guerra contra el Turc, Barcelona, 1997.
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