UN CAPITÁN ARAGONÉS DE FELIPE II. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.02.2020 21:46

                Las relaciones entre el reino de Aragón y Felipe II no fueron fáciles y en septiembre de 1591 el traslado de Antonio Pérez de la cárcel de los Manifestados a la del Santo Oficio ocasionó un notable motín en Zaragoza. El rey movilizó sus tropas, en un momento internacional harto complicado. En la corte se temió estar a las puertas de un segundo Flandes, a los umbrales de la convulsa Francia, donde Enrique de Borbón (su futuro monarca) contó con el apoyo de Inglaterra y las Provincias Unidas. La guerra por el dominio de la Europa Occidental amenazaba la península Ibérica.

                Las fuerzas de Felipe II se impusieron sin dificultad a las de sus oponentes aragoneses y Felipe II convocó Cortes en Tarazona en 1592 para disponer a su favor los asuntos del reino, sin abolir sus instituciones. En Tarazona tenía su domicilio Miguel Serafín de la Cueva, capitán que al frente de treinta y dos hombres había custodiado la prisión de los Manifestados donde se encontraba Antonio Pérez. Había tratado con el alcaide y con varios presos la salida de aquél de su refugio, infructuosamente, en bien de la causa real.

                Era sobrino del canónigo de Daroca Gaspar Miguel de la Cueva, distinguiéndose como capitán de aquella localidad contra los bandoleros y los moriscos más levantiscos. Alcanzó el favor del rey y su casa en Tarazona sufrió las iras de sus contrarios. Pidió por ello que se le resarcieran los daños.

                Con Aragón en semejante estado de agitación, alzó una fuerza de mil infantes y cien caballos en el reino, que tuvieron que ser entretenidos o pagados, además de alojados. Tal fuerza estaba destinada al servicio de los presidios o plazas fuertes en previsión de ulteriores complicaciones.

                Recibió por ello una renta de 200 escudos, además de una sustanciosa ayuda para colocar o dotar bien a su hija. El servicio al rey siempre se contempló como un camino de promoción familiar de primera magnitud. A pesar de ello, en abril de 1595 don Miguel se quejó de carencia de asignaciones, a lo que el Consejo Supremo de Aragón le contestó que ya había sido bien retribuido. Servir al rey no fue siempre grato.

                Fuentes.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Consejo de Aragón, Legajos 0073.