UCRANIA, UNA TIERRA DISPUTADA. Por Víctor Manuel Galán Tendero
15.05.2014 22:12
Ucrania siempre ha sido una tierra codiciada por las grandes potencias de la Europa Oriental. Tras la conquista tártara del principado de Kiev, las confederaciones tribales de Lituania trataron de colmar el vacío estratégico que se abrió en el siglo XIV hasta el Mar Negro. La unión con Polonia en 1386 reforzó sobremanera a la expansiva Lituania.
Entre los siglos XV y XVI se colonizaron los campos ucranianos por parte de los grandes nobles polacos, que se sirvieron del trabajo servil de muchos campesinos de origen ruteno. Aquellos labradores que desearon escapar a tal servidumbre se hicieron fuertes en el curso inferior de los rápidos del Dnieper. Tal fue el origen de los célebres cosacos, los feroces jinetes que conformaron regimientos que escogían a sus jefes.
Con la ayuda cosaca el rey polaco Esteban Báthory derrota al ruso Ivan el Terrible hacia 1578. Ucrania parecía firmemente en manos de Polonia, que impulsó el retorno de los cristianos ortodoxos ucranianos al seno del catolicismo, llamados "uniatas" en ciertos momentos.
Sin embargo, las condiciones sociales en Ucrania se degradaron bajo la dominación polaca, cuando los linajes de los Wisnowiecki o de los Potocki impusieron sus condiciones en calidad de terratenientes. En 1648 estalló la rebelión de los cosacos, que pasaron a la obediencia de Rusia en 1654 por el Tratado de Pereyaslavl. De todos modos los rusos no lo tuvieron fácil. En el Tratado de Andrussovo de 1667 los zares sólo arrancaron el Este ucraniano al otro lado del Dniper, incluyéndose Kiev, y Smolensko al Norte.
En las décadas siguientes los turcos lanzaron desde la Península de Crimea devastadoras incursiones contra el Sur ucraniano. La servidumbre campesina no experimentó ninguna mejora bajo los rusos, que a principios del siglo XVIII tuvieron que enfrentarse a la enemiga de los cosacos con ayuda sueca, que no fue vencida hasta la batalla de Poltava en 1709.
El dominio completo de Ucrania por Rusia se consiguió en 1783, cuando cayó la Crimea turca. La rusificación se impulsó con decisión, pero no consiguió borrar del todo las señas de una tierra intensamente disputada durante tantos siglos.