¿TSIPRAS RESUCITA LA CUESTIÓN DE ORIENTE? Por Antonio Parra García.
Los griegos vuelven a estar en el ojo del huracán. Todas las miradas de los últimos días se han vuelto hacia este pequeño país del Mediterráneo oriental, tan grande en lo histórico y tan excelso en lo simbólico.
Los radicales griegos llegados al poder quieren poner en jaque a la poderosa Alemania, demasiada codiciosa a su entender. La épica de la resistencia de la II Guerra Mundial se recuerda con orgullo patriótico en una nación que parece crecerse ante gigantescos imperios. Los románticos de la política se sienten identificados con ellos como no sucedía desde el final de las luchas napoleónicas.
La épica embriaga, pero no alimenta. Tsipras se ha marcado un farol muy alto y en el fondo sabe que no puede romper la cuerda. Ha prometido una mejora muy sustancial de la vida de los ciudadanos helenos. La ruptura con los dirigentes de la Unión Europea en forma de quita, revisión o impago resultaría fatal, pues hundiría a su país en una dinámica ciertamente perversa.
Las cosas no se miran igual desde el gobierno que desde la oposición, así que el nuevo gabinete griego juega a la diplomacia. Acercarse a Rusia ha sido muy arriesgado, máxime cuando se mantiene su ofensiva más o menos velada contra Ucrania. Se invoca el fantasma de la vieja solidaridad de los pueblos ortodoxos, que proyecta el brazo ruso hacia el espacio mediterráneo. Es una tentación muy apetitosa tras la incorporación de Crimea.
La cuestión de Oriente se pone sobre la mesa una vez más. Alemania no quiere contrariar a Rusia como se ha visto en Ucrania y los grandes inversores buscan la ayuda de otro poder histórico en la región, Gran Bretaña, que fuera ama de Chipre y muy influyente en la política griega. Conscientes de su peso, los nuevos gobernantes griegos se quieren mostrar conciliadores. A los franceses, deseosos de disputar el protagonismo alemán, no les parece mal la entrada en escena de los británicos.
¿Volvemos al gran juego, a la rivalidad ruso-británica en Eurasia? Cuando Estados Unidos muestra su pasividad y Alemania se quiere mantener impávida, no sin cierta torpeza, adquieren nuevamente relevancia veteranas relaciones diplomáticas, que tanto dieron que hablar en los siglos XIX y XX. Los griegos juegan con fuego, pero la Unión Europea vuelve a jugar dividida.