¿SUBDESARROLLO CRECIENTE EN LA ESPAÑA DE CARLOS II? Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La España de Carlos II ya había dejado de ser la gran potencia imperial de tiempos de Felipe II, siendo constantemente desafiada por la Francia de Luis XIV en los campos de batalla de los Países Bajos, el Norte de Italia y Cataluña.
En el interior de Castilla muchas comarcas todavía acusaban a finales del siglo XVII los efectos de la gran crisis de la centuria (retroceso de las actividades artesanales, descenso de los ingresos públicos y privados y pérdida de población), agravados por los años de malas cosechas y las exigencias fiscales de una monarquía en serios aprietos.
En este tiempo, sin embargo, se sentaron los fundamentos de la recuperación posterior, a veces atribuida a la dinastía borbónica, reformándose en Castilla la moneda para evitar la inflación. Henry Kamen prefirió hablar más de subdesarrollo creciente que de decadencia para la España del siglo XVII, ya que la crisis resultó selectiva.
¿Resulta pertinente hablar de subdesarrollo para aquellos tiempos?
El territorio del Sur del reino de Valencia, la bailía de Orihuela, parece confirmarlo a primera vista.
Entre 1684 y 1699 el comercio exterior aumentó en puertos como el de Alicante, pero también en el de Santa Pola dependiente de Elche. Orihuela intentó potenciar su ventana al mar. Las casas de comercio extranjeras de los Países Bajos, Inglaterra, Francia y Génova forjaron verdaderos enclaves, determinando en numerosas ocasiones la política de los municipios. Desde este punto de vista las guerras marítimas entre los Países Bajos e Inglaterra, por una parte, y Francia, cuya armada bombardeó brutalmente Alicante en 1691, intentaron dilucidar la hegemonía comercial sobre el territorio, algo digno de los combates por los recursos de un país subdesarrollado.
Las oligarquías locales de caballeros, eclesiásticos y ciudadanos acaudalados dieron la bienvenida a los mercaderes extranjeros más afortunados, estableciéndose lazos familiares. Los caballeros no dudaron en participar en las actividades comerciales, pretendiendo establecer pequeños señoríos como el de Formentera por Carlos Pérez de Sarriá para aprovecharse mejor de los recursos del territorio, con pastos para el ganado mayor tan atractivos como los de Almoradí y con salinas como las de La Mata, que obligaban a la limpieza de los marjales por los vecinos de Guardamar.
Las partidas de barrilla y sosa de esta tierra nutrían las partidas exportadoras, junto con la lana procedente de Castilla, dando pie a una intensa circulación de la moneda de esta procedencia. La salida circunstancial de pólvora local con destino a Cataluña o Ceuta no mitigaba el peso de las agro-exportaciones, algo que también se manifiesta en las economías de países subdesarrollados.
La autoridad no tenía gran éxito en el control de la vida económica local, que parecía muchas veces fuera de su alcance. La junta patrimonial de la bailía supervisaba ciertamente las cuentas de la embargada villa de Callosa, pero no podía evitar que las autoridades de Orihuela defraudasen en la cobranza de los ingresos reales o que sus vecinos con propiedades del rey las conservasen en buenas condiciones. Limitar los gastos de celebración de Orihuela por la derrota del asedio turco de Viena sólo fue una victoria pírrica.
En el fondo la combinación de influencia extranjera en lo comercial, oligarquía municipal, exportación de productos primarios y escaso control de las autoridades reales arrancaba de la Baja Edad Media, endureciendo sus aristas el declive de la monarquía española a finales del XVII. La recuperación de la iniciativa real a lo largo del siglo XVIII y el fortalecimiento de una sociedad urbana al calor de la especialización comercial en Alicante en especial, pero también en Elche y Orihuela, permitió transitar de posible territorio subdesarrollado a periferia del centro económico europeo. Al final el subdesarrollo no creció tanto.
FUENTE-Archivo del Reino de Valencia, Libro de la bailía real y junta patrimonial de Orihuela de 1684-99, nº. 1335.