SOLDADOS FORZADOS DE LA ESPAÑA DE LOS AUSTRIAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

16.11.2024 11:26

 

                Los Austrias recurrieron, al igual que otros monarcas de la Edad Moderna, a soldados profesionales, mercenarios no siempre bien retribuidos. En los días de apogeo del siglo XVI, los tercios sentaron fama en los campos de batalla de Europa, pero a medida que fue avanzando el crítico siglo XVII se hizo más que evidente la carencia de buenos soldados. A los problemas demográficos de varias comarcas castellanas, importantes bases de reclutamiento, se sumaron los económicos. Además, las tropas francesas habían irrumpido en la Península aprovechando la insurrección catalana contra Felipe IV. La paz de los Pirineos no puso fin a las embestidas francesas contra Cataluña, pues Luis XIV presionó con contundencia en las distintas fronteras de la monarquía hispana.

                La defensa de Cataluña planteaba delicadísimos problemas a los servidores de Carlos II, que quisieron evitar hechos como los de 1640, cuando el trato desconsiderado de las tropas profesionales hacia las poblaciones campesinas desencadenó una crisis política de proporciones colosales. Se buscó, por tanto, la colaboración de las oligarquías catalanas.

                La ciudad de Tarragona, obediente al rey y a su arzobispo, tomó finalmente partido por Felipe IV en la guerra de los Segadores. La protección de su litoral era de gran importancia, recibiendo avisos desde otros puertos de mar de la Península, como el de Alicante, pero no se emplazaba en la primera línea de combate frente a Luis XIV, señor del Rosellón y de la Cerdaña. De todos modos, su contribución militar fue requerida en frentes más lejanos.

                Tras la paz de los Pirineos, el gobierno de Felipe IV creyó posible la reconquista de Portugal, y en 1661 la caballería destinada en Cataluña se dirigió a Extremadura por el camino de Requena. Los problemas en el frente portugués eran acuciantes. Se movilizaron los tercios provinciales castellanos, complementándose con fuerzas profesionales como las suizas, y varias localidades de Castilla fueron amenazadas con el embargo de bagajes y carruajes de no contribuir con cuantiosas cantidades de cebada. Tarragona fue requerida a servir militarmente a Felipe IV en 1663.

                Su hueste vecinal, la del centenar, fue puesta a disposición del veguer, el representante de la autoridad real, el 9 de mayo de aquel año. Parecía, a priori, una fuerza respetable. En la revista de 1616 formaron 987 vecinos hábiles de las diecinueve cofradías de la ciudad, con seis capitanes al mando. Su organización iba asimilándose a la del tercio.

                Sin embargo, la realidad no era tan halagüeña en 1663. Conocemos el estado de la fuerza de una compañía de treinta soldados, forzados al servicio. Once de ellos (el 36´6%) eran campesinos; tres, dependientes del comercio (10%), dos, pescadores (6´6%); uno, tejedor (3´3%); otro, aserrador (3´3%); y de los doce restantes (40%) no conocemos su dedicación profesional.

                Los escogidos para el servicio distaban de gozar de las condiciones óptimas para el servicio militar. De los once campesinos, uno se encontraba impedido y dos de los seleccionados ya habían fallecido. De los doce sin profesión conocida, tres habían muerto y otros tres se habían ausentado. La situación llegó a tal extremo que el aserrador seleccionado ya era un cadáver, al igual que uno de los dos pescadores y dos de los tres dependientes. En suma, un poco más de la mitad de los hombres se encontraban en disposición de marchar. De su equipamiento militar no tenemos datos. Lo cierto es que la oligarquía no quiso enviar al frente de guerra a sus trabajadores más aptos, ni tampoco quiso arrostrar una ira mayor de los grupos populares. Aunque en 1616 ya se había practicado en Tarragona una leva de la gente ociosa, el recurso a los soldados forzados de 1661 es indicativo de los problemas militares de la España del ocaso del reinado de Felipe IV.

                Fuentes.

                ARXIU HISTÒRIC DE TARRAGONA.

                Centenar, 15/1438.