SESOSTRIS III, EL COHESIVO ENGRANDECEDOR DE EGIPTO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Cuando evocamos el antiguo Egipto surge con fuerza la imagen de las pirámides, alzadas por mandato de los poderosos faraones. Divinidades en la tierra del Nilo, se nos antojan temibles y respetados hasta el extremo.
Lo cierto es que su poder fue cuestionado muy seriamente a lo largo de la Historia, y no sólo por enemigos externos codiciosos de los tesoros egipcios, sino por los grandes potentados regionales, los nomarcas, que ejercieron el gobierno de sus respectivos territorios en nombre del faraón.
Tras los graves desórdenes del Primer Período Intermedio, la autoridad faraónica fue recomponiéndose gracias a la insistente labor de la XI y XII dinastías. A esta última corresponde el faraón Sesostris o Senusert III, que gobernó entre el 1878 y el 1853 antes de Jesucristo.
Fue capaz de anular a los mismísimos nomarcas. En su lugar se implantó la administración territorial directa de la casa del faraón. A las distintas demarcaciones se enviaron servidores especiales con una determinada función, respondiendo ante la autoridad suprema. Muchos historiadores lo han considerado la creación de un cuerpo más o menos especializado de funcionarios públicos, pese al evidente anacronismo de expresiones semejantes.
El fortalecimiento interior tuvo consecuencias en el exterior, donde el poder egipcio se desplegó con gran vigor. La nueva administración trazó canales para superar los rápidos de la primera catarata del Nilo, y enviar a la díscola Nubia río arriba una flota de naves. Los belicosos nubios no fueron abatidos, pero sí contenidos gracias a la disposición de una red de fortalezas.
También fijó su vista Sesostris III en el Sinaí a la búsqueda de metales y nuevos dominios, insinuándose el interés por las tierras siro-palestinas. Los pertinaces libios fueron quebrantados en sucesivas campañas. Cuando murió Egipto no era un conglomerado de pequeños potentados, sino una gran potencia del mundo de su tiempo.