“Se estimaba que el número de efectivos de su ejército rondaba los quinientos mil y era un hombre nacido para conmocionar a los pueblos e infundir pavor a todo el universo, pues sólo con su tremenda reputación conseguía aterrar a todos. Era arrogante en el porte y volvía los ojos de un lado a otro para que incluso el poder de su espíritu orgulloso se manifestara en cada movimiento de su cuerpo. Aunque era amante de la guerra, sabía mantener el control sobre sus actos. Era sumamente juicioso, clemente con los que le suplicaban perdón y generoso con los que se aliaban con él. De estatura era bajo, ancho de pecho, de cabeza grande y ojos pequeños; la barba la tenía poco poblada, los cabellos canosos, la nariz aplastada y la tez oscura, rasgos todos ellos que denotaban su raza.”
JORDANES, Origen y gestas de los godos. Edición de José María Sánchez Marín, Madrid, 2001, C. XXXV, 182, pp. 159-160.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.