SANJUANADA RUSA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Ayer, veinticuatro de junio, la festividad de San Juan podía haber asistido a algo más que al descanso tras una intensa velada o a celebraciones tradicionales. En la Rusia de Putin, empeñada en la guerra contra Ucrania, saltaron las alarmas. Las unidades mercenarias del grupo Wagner se revolvían contra la autoridad presidencial.
El miedo se apoderó de más de uno. Rusia parecía abocada a una nueva guerra civil. ¡Casi nada! Un nuevo tiempo de Turbulencias tras una guerra fallida como la de Crimea que recordaba el hundimiento del zarismo en 1917. Todo parecía conjurarse para que la Tercera Roma, con toda su herencia bizantina, sufriera de nuevo el eterno retorno a la condenada Historia.
Hoy, los sublevados han depuesto su actitud. Desde la envalentonada Ucrania, Zelenski pone el dedo en la llaga de la pérdida de control de su adversario Putin, cuya operación militar especial ha degenerado en un conflicto agotador, la horma de su zapato.
Su Rusia se asemeja mucho a un reino medieval, con sus veleidosos magnates, de despiadados monarcas. Un verdadero juego de tronos, diría más de uno. Su alteza ha prometido un gran triunfo en la llanura ucraniana, pero ha cosechado un amargo fruto, nada grato a sus boyardos.
Está claro que más de uno criticaba reservadamente al zar de todas las Rusias por su exceso de ambición, hasta tal punto que trascendió en forma de previsión-profecía del ajedrecista Kasparov a los medios de comunicación occidentales, la de la posible rebelión con ribetes de 1917. El levantamiento ha terminado produciéndose: crónica de una muerte anunciada.
Una muerte que no se ha consumado por razones a aclarar. El jefe de los Wagner, Prigozhin, quizá suscitara la antipatía de otros oligarcas, celosos de su preeminencia. No han estado dispuestos a ser sus nuevos palmeros, y han apostado por lo malo conocido. De paso, pueden disfrutar de la cabeza cortada de su San Juan Bautista.
Todo ha sido muy rápido. ¿Inédito? Hasta cierto punto. Salvando diferencias, en la España de 1926, la de la Dictadura de Primo de Rivera, algunos de sus figurones también quisieron enderezar el rumbo de la nación, de salvarla de la tiranía. Todo quedó en agua de borrajas, el amargo licor de las derrotas de las sanjuanadas.