RONDA, EL BOMBARDEO ARTILLERO EN LA SERRANÍA.
Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.
La victoria cristiana de Alhama no auguraba el final del sultanato de Granada. Las fuerzas nazaríes, bien dirigidas por el veterano Ali al-Attar, lograron vencer a las tropas comandadas por el rey don Fernando en Loja a comienzos de julio de 1482. En marzo del año siguiente, el mismo general granadino venció en la Ajarquía cercana a Málaga a los cristianos una vez más.
En la retaguardia, Isabel y Fernando tampoco lo tuvieron fácil por aquellos años. Tras su derrota en Loja, el rey tuvo que marchar a Galicia a poner orden. En 1484 se planteó la restitución de los condados del Rosellón y la Cerdaña por el monarca de Francia, y se tuvo que vigilar la seguridad de la frontera con Navarra.
Ante semejantes circunstancias, con un importante dispendio económico tras la pasada guerra sucesoria, se planteó desde diferentes ángulos la posibilidad de una tregua con Granada. El escudero Juan del Corral entró en tratos fraudulentos con el sultán en 1483, en los que se barajó la restitución de Alhama a los granadinos a cambio de la entrega de Zahara, de la liberación de cautivos y del pago de tributos.
Las disputas en el seno de la familia real granadina dispensaron a los cristianos una extraordinaria oportunidad, acrecentada tras el apresamiento cerca de Lucena el 21 de abril de 1483 de Boabdil, celoso del prestigio de su padre. Hasta Córdoba llegaron los emisarios de la madre de Boabdil, enfrentada a su marido, y se volvió a hablar de treguas. Al final, las fuerzas cristianas prosiguieron la guerra jugando con las rivalidades entre los nazaríes.
Tras el apresamiento de Boabdil, don Fernando dirigió una expedición contra la vega de Granada, en la que participaron fuerzas de infantería suizas, tropas ligeras y sacrificadas de conciencia cristiana que se ponían del lado de la justicia, según el cronista Fernando del Pulgar. La verdad es que por aquel tiempo los mercenarios suizos ya habían alcanzado una gran notoriedad en los campos de batalla europeos Sus formaciones de infantería eran bien capaces de quebrantar las cargas de la caballería. En posteriores campañas, los reyes recurrieron a especialistas militares extranjeros, como los maestros artilleros franceses y alemanes. El ejército de la Castilla de la Baja Edad Media iba dando paso al de la España moderna.
En la avanzada de Alhama, mientras tanto, los cristianos extremaron el orden económico, militar e incluso moral. Lograron recuperar Zahara de los granadinos y emprendieron nuevas operaciones. Córdoba se convirtió en un verdadero centro de mando, y hasta allí se trasladaron en 1484 el tesorero Ruy López de Toledo y el secretario Francisco Ramírez de Madrid en ausencia de los reyes, ocupados en otros compromisos.
La tala del campo de la ciudad de Málaga buscaba agotar los recursos del principal puerto del sultanato, cuya caída aceleraría la derrota de los granadinos. Los reyes ya habían movilizado sus recursos navales, y habían advertido a los genoveses contra toda colaboración con los nazaríes.
A la llegada de Isabel y Fernando a Córdoba con nuevas fuerzas, se emprendieron más acciones. La plaza de Álora fue bombardeada con lombardas o bombardas, piezas de artillería portátiles. Tras su caída, se atacó el valle de Cártama y Setenil fue tomada.
En 1485, mientras los reyes trataban desde Sevilla el recto ejercicio de la justicia por los corregidores, el hermano del sultán (el belicoso el Zagal) se hacía con el dominio de Almería, lo que contribuyó a alimentar las divisiones entre los nazaríes todavía más. El sultán de Fez prefirió mantener buenas relaciones con los reyes, y los granadinos carecieron entonces de la ayuda de un aliado como los benimerines doscientos años antes.
Don Fernando volvió a entrar en territorio enemigo, esta vez con el mejorado servicio del hospital de la reina. Conquistada Benamejí, llegó a las vistas de Málaga. Para ser tomada, debían de neutralizarse las posiciones de las serranías cercanas, cuyas fuerzas podían poner en serios compromisos a las cristianas. Con 3.000 jinetes y 8.000 infantes, el monarca supo maniobrar para asentar su real o campamento frente a la enriscada Ronda.
Se le puso cerco y se le sometió a un duro bombardeo. Los granadinos, desde Málaga, intentaron desbaratar el asedio, forzando a los cristianos a entablar combate. Sin embargo, los sitiadores no cayeron en la añagaza y conservaron la disciplina de su formación. Se dejó al margen la acción caballeresca.
Los cristianos prosiguieron disparando. Lograron abrir brechas, y los musulmanes se tuvieron que retirar de los arrabales a la medina. Entonces aquéllos dispusieron sus tiros contra la misma y su alcázar.
Entonces los notables de Ronda entablaron negociaciones de capitulación, en las que se pidió a cambio de la entrega de la plaza la posibilidad de marchar a los dominios de los reyes para el musulmán que lo deseara. El 22 de mayo de 1485 se rindió la ciudad, y su alguacil mayor y su familia optaron por ir a Sevilla y Alcalá de Guadaira. A continuación se rindieron nuevas plazas y se proyectaron otras operaciones, cuando la guerra había adquirido un nuevo sesgo.
Víctor Manuel Galán Tendero.
Bibliografía fundamental.
Fernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos. Edición de Juan de la Mata Carriazo, Granada, 2008, dos volúmenes.