REMEDIOS DEL SIGLO XIV PARA SALIR DE UNA CRISIS Y COMBATIR LA DESPOBLACIÓN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Los tiempos de crisis ponen a prueba nuestros recursos materiales y nuestro acopio de ingenio. Las gentes de la Baja Edad Media tuvieron que dar cumplida respuesta a múltiples desafíos, antes de la temible expansión de la peste negra en el fatídico 1348.
En el reino de Valencia, el reto se presentó cuando la repoblación todavía no estaba satisfactoriamente concluida en no pocas de sus áreas. La guerra contra Pedro I de Castilla agravó la situación. Reyes y otros potentados intentaron aplicar remedios para que no se desplomara su población, el fundamento último de su poder material. La Casa de Jérica dio buenas muestras de ello.
Ya el 14 de marzo de 1346, don Pedro de Jérica otorgó ciertas condiciones de poblamiento a los musulmanes de la alquería de huerta de Leuxa, lugar de la encastillada Fanzara, movido por el deseo de mejorar su tierra y sus habitantes, según expresó.
La alquería ya contaba con ciertos pobladores mudéjares, que le plantearon diversas peticiones. Al final, se les dio posesión de las tierras labradas y por labrar desde la peña de Angost, por donde discurría un cauce de agua. Gozarían sus pobladores de las aguas, montes, pastos, ejidos y dehesas, al modo de su tiempo. Se les asignó un área de boalar, parcialmente limitada por el río Mijares, pero tendrían que respetar el paso de los ganados que iban a herbajar. Por tres años gozarían de la franqueza de pecha, azofra y pedido.
Esta combinación de exenciones fiscales y asignación de recursos parecía particularmente efectiva para atraer y fijar población, sin olvidar la cooperación entre musulmanes y cristianos. El baile de Jérica Martín Pérez de Gavarda contó con la colaboración de Mahomet Abenaex, el cadí de toda la tierra de don Pedro de Jérica, que sogueó, dividió y repartió los quiñones o parcelas de tierra de la alquería.
Pasada la peste de 1348 y la acometida de Pedro I de Castilla contra la Corona de Aragón, se intentó dar nueva vida a distintos lugares. En los términos generales de Jérica encontramos distintos ejemplos, ya que su señor don Juan Alfonso no dio por perdidos importantes áreas de sus dominios. Todo territorio es valioso.
El 12 de abril de 1367 aplicó distintas medidas en Viver. Aunque otorgó condiciones a doce particulares, tenía la vista puesta en lograr unas doscientos familias. Se les concedió la posibilidad de autogobernarse municipalmente y de contar con sus hornos, molinos y carnicerías, además de una exención de diezmos ganaderos y de las hortalizas, con la excepción de las hierbas vendidas o arrendamientos de pastos. Tampoco debían entregar acémilas.
Este modelo de repoblación vecinal-municipal exigía en contrapartida a sus beneficiarios distintos compromisos. Al señor, el mencionado don Juan Alfonso, sí que se le debían pagar diezmos y primicias de frutos, crianza de ganados, lana y queso. La exención de diezmos era selectiva, pues. Cada siete años se le pagaría el monedaje, al modo del reino de Valencia, y una pecha anual de 5.000 sueldos, en las pagas de Navidad y San Juan. Los vecinos no se libraban del deber militar de la hueste y la cabalgada, así como de la contribución a mantener las murallas de Jérica, erigida en punto de referencia de seguridad militar. La guerra estaba todavía muy presente en el ambiente y don Juan Alfonso pensaba crear un enclave de seguridad militar, con vecinos prestos a guerrear y que le llenaran sus cofres.
A este respecto bien puede decirse que la guerra era un agente de despoblación, pero también de repoblación. Los que aceptaron tales condiciones se comprometieron a permanecer en Viver junto a sus familias al menos cinco años.
El modelo de Viver se aplicó a otros puntos de los términos de Jérica, en este caso vacíos de su anterior población mudéjar por distintas circunstancias, como su escasa fidelidad al señor en la guerra contra Pedro I. El vaciamiento, absoluto o relativo, daba la posibilidad de establecer nuevas condiciones, de dar nuevas oportunidades. En el lugar de Caudiel, se otorgaron aquellas condiciones el 30 de agosto de 1367 a diez particulares con la esperanza puesta en alcanzar sesenta y seis familias. Las expectativas eran elevadas. Aquí la pecha se fijó en los 1.650 sueldos anuales, con la posibilidad de los vecinos de alzar edificios y de vender en sus domicilios particulares. Las gracias en punto al comercio resultan de gran interés.
El movimiento no se detuvo, prueba del optimismo subyacente, más allá de la acuciante necesidad. El 18 de enero de 1368 se otorgaron las condiciones apuntadas a la alquería de Vilanova de Viver, con siete particulares iniciales y una pecha de setenta sueldos requerida. Las alquerías de Novaliches y El Campillo, conjuntamente, las recibieron el 10 de abril de 1368. Se pensaba convertir a los diez particulares iniciales en una comunidad agrupada de cincuenta familias, capaz de pechar 1.250 sueldos.
A veces, hemos podido leer la caracterización de la Edad Media como un tiempo tosco y oscuro. A día de hoy la historiografía ha corregido considerablemente tal juicio, haciendo brillar sus elementos de ingenio. Las personas del siglo XIV, con otra mentalidad distinta a la actual, se enfrentaron a la despoblación y a las epidemias, trágicas circunstancias que conocemos a día de hoy en España. Bueno es que veamos las cosas con perspectiva para evitar errores y acertar en las soluciones por mucho que nos separen los siglos.
Fuentes.
Enric Guinot, Cartes de poblament medievals valencianes, Valencia, 1991.
Documento 269 (pp. 528-530), 280 (pp. 557-566), 281 (pp. 566-570), 282 (pp. 570-571) y 284 (pp. 576-580).