RAZONES DE LA EXPANSIÓN CELTA HACIA ITALIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Las causas de la afluencia hacia Italia de grupos celtas en el siglo III antes de Jesucristo ya suscitaron dudas entre griegos y romanos.
En el siglo II antes de Cristo, relativamente cercano a los hechos, el historiador griego Polibio sostuvo que fue la ambición celta de arrebatar el fértil valle del Po a los etruscos lo que los guio. Les atribuyó por aquel entonces un modo de vida más elemental que el de los pueblos de la cuenca mediterránea, habitando aldeas sin amurallar, agrupándose en clanes y clientelas, y cifrando su mayor riqueza en el ganado y el oro, por mucho que sus vidas distaran del lujo. Se diría que la ruda simplicidad celta predisponía a la conquista.
Cercano al final del siglo I antes de Jesucristo, conquistadas las Galias por los romanos, Tito Livio nos transmitió una narración más colorista e incluso elaborada, con nombres propios. Bajo el monarca de los hegemónicos bituriges o reyes del mundo, Ambigato, la Galia ganó en cosechas de cereales y en población. El rey decidió destinar el excedente de gentes a nuevas conquistas, consultados los augurios, bajo el mando de los hijos de su hermana, Beloveso y Segoveso. Al primero le correspondieron los montes Hercinios (los abruptos territorios que al Norte del Danubio se extendían del Rin a Eslovaquia) y la más amable Italia al segundo.
Sin embargo, otros autores no siguieron tal versión. Por la misma época, el griego Dionisio de Halicarnaso atribuyó las razones de la conquista de Italia al gusto celta por el vino y el aceite de oliva. Se introduce en este caso al tirreno Arrunte de Clusium, que los informó de las bondades del país productor y del decepcionante comportamiento militar de sus gentes. Con facilidad podían convertirse en los nuevos amos de la venturosa Italia, nuevamente ensalzada.
Plinio, en el siglo I, se inclinó por esta explicación, pero introduciendo una serie de variaciones. Cuando se encontraban en los Alpes, los celtas supieron por el helvecio Helicón del vino y del aceite, por haber morado en Roma, lo que animó su codicia. A día de hoy, la historiografía ha manejado razones demográficas, de carácter comercial y de cambio socio-político, pero en el fondo no dejamos de volver nuestra mirada a los clásicos.
Para saber más.
P. M. Duval y V. Kruta (editores), Les mouvements celtiques du Ve. au Ie. siècle avant nôtre ère, París, 1979.