PORCELANAS A CAMBIO DE BAYONETAS. Por Mijail Vernadsky.
Augusto II de Sajonia se sentó en el trono de Polonia al ser elegido por la nobleza del país, algo muy poco común en la Europa de finales del siglo XVII, y fue destronado en 1706 por la invasión de las tropas suecas del intrépido Carlos XII.
No recuperó el cetro hasta 1709, cuando los rusos de Pedro el Grande empujaron a los suecos fuera de Polonia tras la batalla de Poltava (1709). Augusto hizo de la necesidad y virtud. Adoptó una política de apaciguamiento que le granjeó la simpatía de una parte de la nobleza.
Mantener un ejército poderoso en estado de alerta y bien pertrechadas las fortalezas de las extensas fronteras del reino costaba mucho e imponer impuestos no era nada popular. Optó por una verdadera desmovilización, con algunos puntos curiosos.
Entregó su mejor regimiento de dragones al rey de Prusia Federico Guillermo a cambio de doce vasos de delicada porcelana. Los nobles compartieron su amor por el lujo, muy digno del gran siglo de Luis XIV, y la vida cortesana se hizo más refinada e intrigante. Los más moralistas opinaron que las antiguas virtudes polacas se encontraban en peligro de desaparecer.
El desarme de la Polonia de Augusto II es más apreciado por los historiadores de hoy que los de hace cien años, que lo contemplaron como un error que franqueó la protesta nobiliaria y la intervención extranjera. Al menos se puede sostener que la porcelana carece de la letalidad de las bayonetas.