PANAMÁ, UN PAÍS A UN CANAL ENCADENADO. Por Antonio Parra García.
La Historia de Panamá es la de su canal en las versiones más descarnadamente simplificadas, pero no carentes de justicia. Su actual configuración se remonta al dominio del canal interoceánico por los Estados Unidos.
Antes de proclamar su Destino manifiesto, la joven república anglo-americana, como la llamaban los hombres de Estado españoles, expresó sus más vivos deseos de introducirse en el comercio del Pacífico al alcanzar sus naves el litoral peruano y chileno tras la Emancipación. Los tesoros de la China manchú tentaron su ambición y sus ganas de aventura como sucedió a británicos y franceses.
Al derrumbarse el imperio español su sucesor en la América Septentrional fue México, enfrentado a delicados problemas de mantenimiento de su actividad minera y de cohesión interna. En 1848 el tratado de Guadalupe Hidalgo consignó su derrota a manos de los Estados Unidos, que alcanzaron la Alta California.
Un poco antes, en 1846, los estadounidenses acordaron con Nueva Granada, la Colombia de la época, los términos del paso del istmo de Panamá, entonces en sus manos. La ruta del cabo de Hornos resultaba muy larga y costosa en comparación con la mesoamericana. La colonización del Oeste y de California en particular animó considerablemente el movimiento de personas y productos, lo que hizo más imperativa la segunda opción, que se trató de lograr en 1855 a través de Nicaragua por la expedición de William Walker, que no conseguiría sus propósitos después de no pocos combates.
Aquel mismo año una compañía estadounidense logró del gobierno colombiano la concesión de una línea férrea por el istmo panameño con vistas a la construcción de un futuro canal, pero Gran Bretaña quiso participar en semejante empresa de ingeniería y moderó considerablemente las apetencias de Estados Unidos por el momento.
La guerra de Secesión los enfrentó a una dura prueba y los franceses creyeron tener su oportunidad tras su éxito en Suez. La empresa que dirigió Lesseps en la década de 1880 terminó en fracaso, justo cuando los Estados Unidos volvieron a ganar relevancia internacional.
El gran teórico del poder naval en la Historia, Alfred Mahan, recomendó a los estadounidenses disponer de una serie de bases en puntos clave de la geografía para que ayudaran oportunamente al despliegue de su armada, el gran brazo de su poder exterior. La guerra contra España, en la que se verificó la lenta singladura del acorazado Oregón desde Seattle a Cuba, reforzó sus argumentos ante políticos como Theodor Roosevelt.
Para evitar la intromisión alemana en las Filipinas, Gran Bretaña había dado el visto bueno a la dominación estadounidense del archipiélago. Tal ampliación de la esfera de Washington hizo todavía más acuciante el canal.
En 1903 se negoció con Colombia el tratado Hay-Herrán para su construcción, respetando la soberanía colombiana. El senado de la república iberoamericana no dudó en pedir mejores condiciones a los Estados Unidos, que terminaron decantándose por una solución más expeditiva.
En Panamá algunos hombres de negocios temieron que Washington se inclinara por la alternativa nicaragüense, al igual que los miembros de la Compañía Francesa encargada de construir el canal, deseosos de vender al mejor postor sus derechos. Uno de sus agentes, Bunau-Varilla, acudió a la capital de Estados Unidos a negociar las mejores condiciones para sus intereses.
El presidente estadounidense Roosevelt protegió la insurrección anticolombiana del 3 de noviembre de 1903 por la que Panamá se separaba de la república andina. Envió naves de guerra a los puertos de Colón y Panamá, los puntos extremos del futuro canal.
La nueva república careció de fuerza para conservar la soberanía del canal. A cambio de 10 millones de dólares y de una suma anual de 250.000 perdió la franja de 16 kilómetros de ancho a su alrededor, sin derecho de reversión. Los estadounidenses podrían intervenir en las ciudades panameñas por razones de sanidad y de seguridad. Este enclave sería confiado a partir de 1907 a un oficial del cuerpo de ingenieros como administrador, manteniendo un estilo de vida que poco tenía que ver con el de una comunidad estadounidense. Comenzaba la tortuosa andadura del sastre de Panamá.
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