PAMPLONA SE INCLINA HACIA EL REY DE ARAGÓN.
En el año 1076 murió en Peñalén el rey Sancho V de Pamplona, arrojado por un precipicio por sus hermanos Ramón y Ermesenda. Dejó dos hijos de corta edad, de nombre García, y a su otro hermano el infante Ramiro, señor de Calahorra. En teoría la sucesión estaba asegurada en su línea, pero sus dominios pasaron a sus primos Alfonso VI de León y Castilla y Sancho Ramírez de Aragón. El primero alcanzó desde los montes de Oca a Sangüesa, quedándose con Calahorra y Vizcaya hasta Durango, mientras que el aragonés se hizo con el control del núcleo del reino con el apoyo de los pamploneses. No era la primera vez que pamploneses y aragoneses rendían obediencia a un mismo monarca, pero ahora la preeminencia correspondía a uno de Aragón.
La actitud de la nobleza del reino de Sancho V fue decisiva para entender este resultado, pues prefirió pactar con Alfonso VI o Sancho Ramírez para acrecentar su poder y riquezas. La vieja monarquía isidoriana de Pamplona se desvanecía ante su acometida, en sintonía con otros procesos feudales acaecidos en el resto de la Europa Occidental. En aquélla el monarca era el mayor propietario del reino y desempeñaba la más alta autoridad judicial y militar. Como señor y gobernante de la patria por la voluntad de Dios, protegía a los débiles y ejercía con temperancia su autoridad. Los barones se encontraban sometidos a su poder, ya que les podía retirar sin mayores complicaciones sus beneficios. Custodiaban las fortalezas de forma rotatoria y podían ser desplazados del gobierno de los distritos que se les encomendaban. A tal estado de cosas daba legitimidad la Iglesia, sobresaliendo las abadías riojanas de cultura hispano-gótica.
García Sánchez III, hijo de Sancho el Mayor, no heredó todos los dominios de su ilustre padre, pero gobernó el núcleo pamplonés con pautas isidorianas. Ayudó en el 1036 a su hermano Fernando de Castilla ante la acometida de Bermudo de León, consiguiendo al año siguiente por su asistencia medio condado castellano. En el 1038 contrajo matrimonio con la hija del conde de Barcelona.
Con su hermano Ramiro de Aragón tuvo una relación compleja. Para evitar disputas, Sancho el Mayor había establecido que García y Ramiro dispondrían de algunos distritos tanto en Pamplona como en Aragón. Sin embargo, Ramiro fue apoyado por los barones que gobernaban los distritos aragoneses desde tiempos de su padre, y que se resistían a resignarlos. En el 1042 se hizo el de Aragón con el dominio de Sobrarbe a la muerte de su hermano Gonzalo. La tensión aumentó con García, y Ramiro se unió con los musulmanes de Zaragoza, Huesca y Tudela contra él. Fue derrotado en el 1043 en Tafalla. Al año siguiente se reconciliaron por la mediación de Fernando de León y Castilla.
A continuación, el pamplonés se dirigió contra los musulmanes. Tomó Calahorra en el 1045, se dice que con la ayuda de San Millán, e impuso tributo a los islamitas según costumbre de su tiempo. Tudela fue conquistada en el 1046. García se mostraba bien dispuesto a disfrutar de los tesoros andalusíes derivados de la división en taifas. Semejantes ambiciones le llevarían a enfrentarse con su hermano Fernando, a la sazón triunfante y también codicioso de Zaragoza. En el 1054 cayó en la batalla de Atapuerca, en cuyo campo fue proclamado rey su hijo de quince años, Sancho V, que pudo retirarse a sus dominios.
Bajo su reinado, los barones ganaron fuerza progresivamente. Entre el 1054 y 1058 Fernando recuperó lo perdido por Castilla por la voluntad de los barones del territorio precisamente, anunciando lo que acontecería a mayor escala en el 1076. El protagonismo de los barones también se aprecia en la donación de Sangüesa a Ramiro I de Aragón en el 1063-64.
En el 1067 su inquieto primo Sancho de Castilla atacó los dominios pamploneses. Cruzó el Ebro, pero Sancho V se coaligó con su otro primo Sancho Ramírez de Aragón. El castellano fue vencido en los campos de la futura Viana.
Semejante triunfo no evitó la erosión de la autoridad real. En el 1072 Sancho V aceptó que no actuaría contra los derechos de los barones, juzgarlos según la costumbre de la tierra y no retirarles sus honores de ser fieles. A cambio, se comprometían a no traicionarle, a ayudarle en la defensa de la tierra y a acudir a la hueste.
Con semejantes apoyos, el monarca pudo restablecer el pago de tributos por los musulmanes zaragozanos en 1073. Al-Muqtadir le prometió la entrega anual de 12.000 mancusos al año. Sancho V debería de apoyarlo contra su primo de Aragón.
Sin embargo, el monarca de Pamplona no actuó de la manera más juiciosa para sus intereses. No supo repartir bien lo arrancado a los musulmanes, ordenó matanzas de campesinos, introdujo malos usos en puntos como Nájera y extorsionó a monasterios como Irache, cuando favorecía la aparición de grandes dominios monásticos sometidos a su autoridad. Un cenobio más pequeño podía pasar a ser de otro mayor, regido por un auténtico abad-obispo al modo del catalán abad Oliva. En el 1074 el Pontificado intervino en los asuntos hispanos, reclamando protagonismo y la introducción del rito romano, lo que ocasionó más de una controversia.
En el 1076 fue asesinado, como dijimos al principio, Sancho V, y Pamplona se inclinó hacia los reyes de Aragón, que con sus campañas contra los musulmanes y en las Cortes de Huarte de 1090 supieron concitarse el apoyo de los cada vez más influyentes barones. El equilibrio del poder cambiaba dentro de la Hispania cristiana.
Fuentes y bibliografía.
LACARRA, J. M., Aragón en el pasado, Madrid, 1972.
LARREA, J. J., “El reinado de García de Nájera, entre el viejo y el nuevo orden: rey, barones e infanzones entre la monarquía isidoriana y la feudal”, XV SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES, Nájera, 2005, pp. 151-172.
Víctor Manuel Galán Tendero.