PALENCIA, LOS SINSABORES DE LA BAJA EDAD MEDIA.
Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.
La Baja Edad Media ha sido caracterizada por la historiografía como una época de dificultades, de crisis, cuando las epidemias de peste azotaron con mayor intensidad a la población. Las gentes castigadas por la enfermedad y el hambre se enfrentaron en combates por el predominio social, y la guerra se convirtió en una alternativa para muchos, en su modo de vida. A día de hoy se ha matizado esta visión, pues ni todos los territorios europeos ni todos los sectores de la economía acusaron de la misma manera los males de los tiempos.
La Corona de Castilla presentaba en aquellos siglos una gran variedad de situaciones, por lo que toda explicación genérica puede pecar de reduccionismo. A diferencia de la Corona de Aragón o del reino de Navarra, sus fuentes todavía deben ser estudiadas con mayor extensión. Los meritorios trabajos de Nicolás Cabrillana sobre los despoblados del obispado de Palencia son un verdadero clásico, además de una ventana de conocimiento sobre el impacto de la crisis en Castilla. Según sus estimaciones, sus 420 lugares se convirtieron en 332 entre 1345 y 1348. La peste se habría cebado sobre el área, en principio. De todos modos, en otras zonas castellanas como la Tierra de Soria la reducción del número de aldeas también se debería a la concentración de la población en los núcleos más destacados, desde los que se gestionó con diligencia los recursos. Las aldeas de menos de diez familias fueron las grandes sacrificadas.
Sede episcopal y durante un tiempo de un Estudio General, Palencia era una ciudad importante. Situada en la orilla derecha del río Carrión la primigenia puebla de San Antolín (el mártir conmemorado en una capilla subterránea), Sancho III el Mayor de Navarra la convirtió en señorío episcopal, y Alfonso VIII de Castilla la promocionó posteriormente. Las actividades artesanales y comerciales se desarrollaron en Palencia, y los más ricos de sus vecinos ascendieron a las filas de la caballería al modo castellano. Se formó una verdadera oligarquía urbana que al final entró en colisión con el poder del obispo.
En 1175 los judíos de la localidad pasaron a estar subordinados al obispo y los musulmanes en 1177 por voluntad regia. El obispo y los canónigos gozaron de exenciones o excusados. Los nombramientos de los cargos de gobierno de Palencia encendieron los enfrentamientos entre el episcopado y el concejo. Sus alcaldes insultaron en 1319 al obispo don Gómez, y los tutores del mozo Alfonso XI ordenaron la ejecución y confiscación de bienes de cuarenta prohombres locales.
Al alcanzar la mayoría de edad, Alfonso XI reforzó el poder episcopal, además de vincularlo a su círculo familiar. En 1351 los opositores del concejo se quejaron del privilegio episcopal de nombrar ocho de los doce hombres buenos que regían la ciudad junto a los alcaldes. El obispo don Vasco fue cuestionado y el rey Pedro I intervino entonces a su favor, al igual que el Papa Inocencio VI en 1354. En aquellos años las dificultades atenazaban Palencia, lo que agravó el conflicto. Muchas viñas yacían abandonadas o mal laboradas, y en 1359 se dieron desde el poder eclesiástico ordenanzas laborales al respecto.
Evidentemente, el conflicto político-social fue más allá de la mera coyuntura económica, y al menos se alargó hasta los azarosos días de Enrique IV, cuando la guerra civil desgarró Castilla con crueldad. Sin embargo, los sucesivos embates de la peste más allá de 1348 (como los de 1413, 1422 y 1429) añadieron más preocupaciones a los palentinos de aquellos críticos siglos.
Víctor Manuel Galán Tendero.