ORÍGENES DE LA IDENTIDAD VALENCIANA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La fiesta del 9 de octubre conmemora la entrada ceremonial de Jaime I en la ciudad de Valencia, conquistada a los musulmanes. Por mucho que la población islámica local se identificara a su manera con el territorio, no ha sido considerada el punto de arranque del actual pueblo valenciano. Las gentes y las civilizaciones anteriores a 1238 han sido consideradas recientemente pre-valencianas, por mucho que su legado influyera en la vida de las gentes de los siglos posteriores.
Los musulmanes, al final bajo la forma de moriscos, pervivieron hasta 1609 en tierras del reino de Valencia, cuyas fronteras y leyes arrancan de la conquista del mitificado Jaime I. Este punto de vista fue defendido por la posterior Renaixença, que según los cánones nacionalistas decimonónicos también añadiría la lengua a la personalidad de los valencianos.
Sin embargo, las cosas no resultan tan simples. El reino establecido con no poco esfuerzo por el Conquistador no comprendía las tierras al sur de Jijona. No todas las localidades valencianas recibieron como ley los fueros de la capital. La identidad de los inquietos recién llegados no se relacionaba con Valencia, sino con sus lugares de origen.
La consolidación de las instituciones del nuevo reino y la aceptación como leyes de casi todos de los fueros desde las cortes de 1329-30 hicieron posible la aparición de una identidad valenciana, la de un reino que marcaba su cuota de poder ante el rey frente al principado de Cataluña y al reino de Aragón en los siglos XIV y XV. Tal identidad fue expresada por los círculos letrados, destacando figuras como la del dominico Antoni Canals y la del franciscano Francesc Eiximenis, cuya dedicatoria a los jurados de Valencia de su Regiment de la cosa pública ha sido considerada una piedra angular. Fechada inicialmente en 1383, la investigación se ha inclinado por su posterior composición a finales del siglo XV. A las autoridades valencianas se les había encomendado una tierra de singulares recursos, necesitados de fomento. A los elogios a la tierra sumaría el Renacimiento el afanoso cultivo de la historia patria.
Más allá de tales círculos, debería de estudiarse más el sentimiento de valencianía entre las gentes de otros municipios, fuera de la capital. Siguiendo a Eugen Weber, sería bueno interrogarse por la identidad de los campesinos de un reino que tenía mucho de agregado de repúblicas municipales y de señoríos.
Ciertas noticias nos indican que la identidad valenciana se fortaleció en los siglos XVI y XVII. En la Orihuela de finales del reinado de Felipe II la aplicación de normas y usos castellanos causó preocupación entre sus prohombres. Los sublevados de la segunda germanía, en el ocaso del reinado de Carlos II, tomaron como referencia legal de sus reivindicaciones los mismos fueros. Ley e identidad iban de la mano en la Europa del Antiguo Régimen, aunque el decreto de nueva planta no consiguiera aniquilar la persona colectiva de los valencianos, afirmada en otros campos paralelos. El absolutismo borbónico, muy desconfiado de las gentes de Valencia, no acertaría a erradicar el idioma de los valencianos ni a alterar sus usos económicos.