NAVEGAR EN LA EDAD DEL BRONCE. Por Verónica López Subirats.

22.02.2015 11:04

                

                En la Edad del Bronce, a partir del 3000 antes de Jesucristo, se intensificaron los contactos entre las poblaciones y los intercambios de productos, requiriéndose medios de transporte y comunicación más apropiados a las nuevas circunstancias. El avance de la línea costera en el continente europeo desde aquella época ha ubicado los yacimientos arqueológicos relacionados con la navegación un tanto hacia el interior.

                El arte de la navegación se desarrolló apreciablemente, especialmente por los ríos y bordeando el litoral. Con medios troncos de árbol vaciados por la mitad se construyeron las canoas de dimensiones que iban de los tres a los dieciséis metros de eslora, dotadas muy probablemente de algún mástil e impulsadas con la ayuda de un remo grande. Carecieron de accesorios para fijar con solidez los remos a la borda.

                Su gran inestabilidad no la hacía apta para las navegaciones prolongadas en aguas intranquilas, resultando de especial valor en el interior de Gran Bretaña e Irlanda y en la Europa alpina.

                Las embarcaciones construidas con varias piezas finalmente unidas, gracias a la ayuda de materiales como el mimbre, han sido halladas por los arqueólogos en Gran Bretaña. En Dover se descubrió una de quince metros de eslora y más de dos de ancho, de base plana apta para las aguas tranquilas. Si en los ríos podía operar con eficacia, en el canal de la Mancha se vería en serios aprietos en condiciones de inestabilidad meteorológica.

                En Escandinavia una serie de pinturas rupestres nos informan acerca de unas naves alargadas, quizá forradas de cuero, impulsadas por una gran cantidad de remos. Su proa y su popa eran de altura pareja para evitar la entrada violenta de agua y disponían de una especie de espolón delantero para sortear obstáculos.

                Las representaciones artísticas, los vestigios de naves hundidas o pecios y los restos de anclas en el Mediterráneo y en el mar Negro acreditan la importancia de la navegación en naves como las plasmadas en los frescos de Tera, elaboradas con tablones y dotadas de mástiles, bien capaces de alcanzar Cerdeña e incluso el estrecho de Gibraltar.

                La construcción de naves en la Edad del Bronce demuestra la paciencia, ingenio y deseo de superación de las personas coetáneas, dignas predecesoras de los grandes navegantes de los siglos venideros.