NAVARRA SE SEPARA DE ARAGÓN.
El testamento de Alfonso el Batallador a favor de las órdenes militares no se cumplió por la aristocracia. Fue vivo el descontento de la aragonesa al disponerse de unas tierras que habían contribuido a conquistar. Además, se temía que Alfonso VII de León y Castilla aprovechara la ocasión para hacer valer sus derechos al trono, desde donde se desquitaría de las pasadas entradas aragonesas.
Muchos defendieron que el magnate don Pedro de Atarés fuera proclamado rey, algo que pudo haber sucedido en las Cortes de Borja. Sin embargo, algunos se opusieron, y el hermano del Batallador, el monje Ramiro, fue propuesto como monarca.
El noble Pedro Tizón supo indisponer a los nobles navarros con don Pedro, aprovechando que se había negado a recibirles cuando se encontraba en unos baños o, al menos, darles una excusa con cortesía. Se consideraron desdeñados los navarros, que tampoco encontraron apto a Ramiro para defenderlos de Alfonso de León, que cercaba Vitoria e iba hacia Aragón.
Entonces el obispo de Pamplona Sancho de Larosa y otros magantes como don Ladrón alzaron rey a García, nieto del Cid e hijo de infante, según lo acordado en Monzón. Sería conocido en la Historia como García el Restaurador de Navarra.
Los aragoneses no lo aceptaron y siguieron a Ramiro, proclamado monarca en Huesca. Ante el avance de Alfonso VII hacia la codiciada Zaragoza, se acogió a San Juan de la Peña y terminó rindiéndole vasallaje. En 1135 aquél se coronó en León emperador de Hispania. A cambio de Zaragoza, García entró en su vasallaje.
La relevancia lograda en los días del Batallador parecía cosa del pasado. Para evitar males mayores, García y Ramiro intentaron llegar a un acuerdo por mediación de los magnates. Mientras el segundo sería considerado padre y gobernador del pueblo, el primero sería el hijo encarga do de los caballeros, si bien cada uno gobernaría su propio reino.
Ramiro acudió a Pamplona, donde se procedió a la división de reinos según los límites de Sancho el Mayor. Sin embargo, estuvo allí a punto de ser apresado y tuvo que afrontar una penosa guerra, en la que su liberalidad con los nobles le pasó factura.
El aragonés tuvo que bregar con la desobediencia de sus nobles (recordada en el episodio de la campana de Huesca). Ofreció a Alfonso VII lo conquistado por su hermano, que después recibiría como vasallo, y ofreció a su hija en matrimonio al conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. De todos modos, ya no consiguió dominar Navarra, que a partir de García el Restaurador recuperó su condición de reino independiente.
Fuentes.
Jerónimo de ZURITA, Anales de Aragón. Edición de Ángel Canellas, edición electrónica de Javier Iso (coordinador), María Isabel Yagüe y Pilar Rivero.
Víctor Manuel Galán Tendero.