MÚSICOS MUDÉJARES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Los reinos hispano-cristianos de la Baja Edad Media no prescindieron, en muchos aspectos, de las habilidades de los musulmanes, particularmente las de los mudéjares. En el reino de Aragón, como en otros, fueron muy solicitados como músicos y juglares.
Eran diestros en el toque del tamborino, el pequeño tambor que se acostumbraba a colgar del brazo izquierdo y ser tocado con una sola baqueta. Como animaba mucho en las danzas populares, se encontraba muy presente en las ceremonias, bodas y festividades de los musulmanes medievales.
Sus virtuosos recibieron por ello las denominaciones de charamileros, azamareros y atabaleros. Llegaron a tener tal fama que los magnates cristianos requirieron su buen hacer. Desde 1367 a 1413 gozó del favor de la corte de los reyes aragoneses el valenciano Massot al-Fulei, el Danzarín, cuya mujer e hijos formarían parte de su círculo profesional. Don Juan de Luna se complació en tener a su servicio al tamborino Mahoma de Villafeliche a mediados del siglo XV.
Los de Villafeliche, en particular, lograron gran reconocimiento, hasta tal punto que se les requirió para tocar en las procesiones de los Corporales de Daroca. Músicos mudéjares estuvieron presentes en festividades tan señaladas como la del Corpus de Tarazona, ocasión en la que aprovechaban para almorzar en buena armonía con los cristianos, algo desgraciadamente poco común.
Sus servicios, por ende, se regularon con rigor, según las leyes de la época. En el ecuador del XV, un juglar y tamborino mudéjar de Épila concertó ante notario sus servicios a los mozos de la misma localidad por las fiestas cristianas a guardar y las bodas de cristianos, judíos o musulmanes. De coincidir con un viernes, podía ser suplido por otro. Cobraría unos cien sueldos anuales.
De la importancia del oficio de músico-juglar o de juglar-músico nos da idea que un 13 de febrero de 1492, casi recién conquistada Granada, los Reyes Católicos otorgaran a Ayaya Fisteli la alcaidía o supervisión de los juglares y de las juglaras, todo un precioso detalle, bien elocuente de lo extendido que estaba el arte musical entre la población musulmana de la Península.
Fuentes documentales.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.
Real Cancillería. Reistro del Sello de Corte, 149202, 18.
Para saber más.
María Luisa Ledesma, Estudios sobre los mudéjares en Aragón, Teruel, 1996.