MÚSICA ANGÉLICA Y FRANCISCANISMO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La orden franciscana hizo gala del arte de la predicación en el mundo urbano de los últimos siglos medievales, pero no de sus preferencias musicales, lo cual ha sido atribuido a su ideal de vida modesta, lo más cercana posible a la pobreza de Cristo. Emplazaron sus conventos los hermanos de San Francisco en las afueras de las ciudades, en lugares prominentes y cercanos a los caminos para pedir limosna con más facilidad.
De todos modos los franciscanos fueron muy conscientes de la importancia de la música para acercarse a Dios y también pasaron de la palabra al lenguaje musical.
Varios tratadistas han considerado que entre los franciscanos medievales hubo más que compositores e instrumentistas musicólogos o tratadistas que abordaron la música desde los principios de la autoridad de los clásicos, verdaderos iniciadores de la ciencia musicológica.
Entre aquellos pioneros de la musicología nos encontramos precisamente a un franciscano castellano, fray Juan Gil de Zamora.
Nuestro hombre fue enviado por su orden a seguir estudios a la Universidad de París, donde cursó el preparatorio quadrivium, que incluía el estudio de la música. De regreso a Hispania, tuvo una brillante trayectoria dentro de su orden y en la Corte. Fue secretario de Alfonso X el Sabio y preceptor de su díscolo hijo don Sancho.
Gran devoto de la Virgen, como muchos de sus coetáneos, destacó en la redacción de los milagros de las Cantigas de Santa María. El propio rey sabio creó bajo su influjo una cátedra de música en la Universidad de Salamanca.
En fecha imprecisa compuso su Ars musica, tratado del que sobrevive una copia del siglo XIV. Fiel a su espíritu, la primera parte la dedica a la teoría musical según las ideas sentadas por Platón, Boecio o San Isidoro. En una prosa elegante saltea con gracia las definiciones de la música con la reivindicación de su valor, como se ve en este pasaje (que citamos de la edición y traducción de la obra de Martín Páez Martínez de 2009):
Tan rica es la utilidad de la música, según describieron los antiguos, que por aquel entonces era tan infame no saber música como no saber literatura, dice Isidoro (…). Por este motivo nunca ha faltado en sacrificios, bodas, banquetes, ni siquiera en la guerra; y lo que es más sorprendente, siempre estuvo presente en los funerales. De ahí que Beato Isidoro afirma que si falta la música en la educación, jamás será ésta una educación perfecta.
En clave mucho más práctica abordó temas como el de las notas de las escalas musicales o el sistema de solmisación, el monocordio, los intervalos, las consonancias y los tonos eclesiásticos. La crítica ha destacado sus observaciones sobre el arte sonoro, en el que destaca el modo cambiante para denotar sentimiento, gravedad, alegría o piedad. También han sido muy celebrados sus pasajes acerca de los instrumentos musicales, que se han relacionado con la obra de Bartolomé Ánglico. Algunos sostienen que fue el castellano el que influyó en el inglés.
Apenas menciona nada de la polifonía fray Juan. Si nos ceñimos a su figura se diría que los franciscanos no excedieron de lo teórico. Sin embargo, la obra de Ramón Llull se decantó más por la composición como don de Dios.