MISTER MARSHALL Y EUROPA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

26.01.2025 10:37

 

                Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Europa se encontraba asolada. Todavía no habían finalizado las hostilidades y ya se percibía el enfrentamiento entre Estados Unidos y Gran Bretaña, por un lado, y la Unión Soviética. Dejar unos países europeos en ruinas entrañaba un enorme riesgo para los estadounidenses. Sus empresas carecerían de un valioso mercado, asomando la sombra de la depresión económica. En tales circunstancias, la agitación social alimentaría la inestabilidad política, susceptible de ser aprovechada por los soviéticos a través de los diferentes partidos comunistas. La aportación de fondos se consideró tan estratégica como oportuna, y de 1948 a 1952 se desplegó en su mayor magnitud el Programa de Recuperación Europea, el llamado Plan Marshall.

                Su cuantía fue notable para su época, distribuyéndose por países la asistencia económica de esta manera:

País

Cuantía en millones de dólares.

Gran Bretaña

2.825

Francia

2.445

Italia

1.314

República Federal Alemana

1.297

Países Bajos

979

Austria

560

Bélgica

546

Grecia

515

Dinamarca

257

Noruega

236

Turquía

152

Irlanda

116

Portugal

50

Islandia

24

 

                Suiza fue incluida en el Plan, pero no solicitó ninguna ayuda. Polonia y Checoslovaquia la requirieron primero, pero la declinaron después al entrar en el área de influencia soviética. Asimismo, otros países de la órbita comunista también la rechazaron. Sólo la España de Franco fue excluida por sus simpatías por el Eje. Las principales beneficiarias terminaron siendo Gran Bretaña y Francia, aliadas de Estados Unidos desde la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, no se descuidó ni a Italia ni a la Alemania occidental. Entre otras cosas, el Plan Marshall acreditó la importancia de Estados Unidos como potencia en Europa, una circunstancia que no se puede evaporar por arte de magia.

                Fuentes.

                Philippe Lemarchand, Atlas de Estados Unidos. Las paradojas del poder, Madrid, 1999, p. 221.