MEDELLÍN, PATRIA DE CONQUISTADORES.
Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.
En 1485 vino al mundo, en la localidad extremeña de Medellín, el hijo de Martín Cortés y de Catalina Pizarro y Altamirano. Ella formaba parte de dos destacados linajes de Trujillo, que llegaron a disputar por el poder durante tiempo, y él era el hijo ilegítimo del acaudalado Rodrigo de Monroy. Combatió en la guerra de Granada, al igual que muchos castellanos de su tiempo, y alcanzó la dignidad de regidor en Medellín. Su hijo Hernán conquistaría con el paso de los años el formidable imperio azteca, y se convertiría en marqués del valle de la Oaxaca. Al igual que otros conquistadores de origen extremeño, Cortés no se olvidó de su tierra natal. Destinó caudales a la capilla de San Antonio del convento franciscano de Medellín. En las cartas que le fue enviando a Carlos V, algunas escuchadas con delectación por los caballeros alemanes del emperador, consignó medidas propias de un hombre de la Castilla medieval, como la de someter inicialmente al vasallaje tributario al emperador mexica, de forma muy similar a la imposición de parias a las taifas. Procedía Hernán Cortés de una tierra batalladora y disputada por distintos reyes y parcialidades durante los siglos medievales, Extremadura.
Según Gonzalo Martínez Díez, los notarios del reino de León de finales del siglo XII explicaron el topónimo Extremadura como Extremos del Duero, que se aplicaría inicialmente al área comprendida entre Zamora, Sanabria y Benavente. En las Cortes de Benavente de 1202 el reino de León apareció dividido en los territorios de León, Galicia, Asturias y Extremadura. Con la expansión cristiana del siglo XIII, Extremadura ya abrazó sus territorios actuales. En 1227 Medellín fue conquistada por Alfonso IX de León, recuperada por los musulmanes en 1229, y reconquistada por Fernando III de Castilla y de León en 1234 con la cooperación del obispo de Plasencia y del maestre de Alcántara.
En 1429 se otorgó a don Pedro Ponce de León y Haro el condado de Medellín, que pasó en 1456 a don Rodrigo Portocarrero Monroy. Contrajo matrimonio con la hija natural del marqués de Villena, doña Beatriz Pacheco. El condado se situaba entre los dominios de la orden de Santiago y la de Alcántara, donde Zalamea de la Serena acogió una corte literaria en la que estuvo el afamado Nebrija. A la muerte de su esposo, doña Beatriz usurpó el poder en el condado, ya que por disposición testamentaria no podía educar a su hijo Juan. Lo encerró durante cinco años en un aljibe, y también se hizo con el dominio de la santiaguista villa de Mérida.
Durante los enfrentamientos que desgarraron Castilla, se puso a favor del bando más conveniente a sus intereses. A doña Isabel y a don Fernando les pidió la gobernación del condado y el control de Mérida, pero al no obtener respuesta favorable se unió a la causa de sus oponentes, doña Juana y Alfonso V de Portugal. La misma trayectoria tuvo el clavero de la orden de Alcántara, don Alonso de Monroy, que quería su maestrazgo.
Librada la batalla de Toro, doña Isabel quiso poner bajo su control Extremadura. En 1477 convocó a las huestes de Sevilla, Córdoba y otros concejos andaluces para dirigirse primero a Guadalupe y luego a Trujillo, donde se había acogido don Alonso de Monroy. Las fuerzas isabelinas tomaron la fortaleza de Madrigalejo. En Cáceres, doña Isabel puso orden entre las parentelas que se disputaban el poder municipal, en un tiempo de fuertes rivalidades urbanas, y situó tropas en Badajoz. El rey de Portugal Alfonso V anunció en 1478 su voluntad de retornar a suelo castellano, y en 1479 sus fuerzas se enfrentaron con las de maestre de Santiago en una serie de luchas fronterizas y golpes de mano por ambas partes.
Mientras tanto, en el condado de Medellín varias de sus gentes tomaron partido contra doña Beatriz Pacheco y liberaron a su hijo don Juan. Sin embargo, no hubo paz con el nuevo conde tampoco. En su contra se posicionó Juan Núñez de Prado con la asistencia del duque de Alba. La pacificación de Extremadura no resultó sencilla debido a las luchas de bandos y a la proliferación de fortalezas fuera del control de la monarquía.
A este respecto, la conquista del sultanato de Granada resultó de enorme utilidad a los reyes, al modo enunciado por Maquiavelo en El príncipe. La contribución extremeña fue muy importante, especialmente en el crucial 1488. Del estudio de Miguel Ángel Ladero Quesada del alarde de 1502 se desprende que Extremadura se encontraba bien poblada para los criterios de la Hispania de la época, con unos 70.000 vecinos aproximadamente. Trujillo y su tierra tendrían unos 6.000 vecinos, Cáceres unos 3.000, Badajoz 2.600, y el condado de Medellín 2.400.
En el condado se podían poner en orden de batalla 102 jinetes y 1.800 peones, correspondiendo a la villa 65 jinetes, 12 ballesteros y 251 lanceros. Aquí tuvieron más peso los escuderos que los caballeros e hidalgos como en Trujillo. Antes de la expulsión de 1492, la comunidad judía de Medellín comprendía de 60 a 70 familias.
La monarquía, a nivel general, logró aposentar su autoridad en el territorio, y al posterior movimiento de las Comunidades solo se sumó temporalmente Plasencia. De todos modos, los usos bajomedievales de sus gentes pasaron a la conquista de las Indias, en la que la ambición dio pie a singulares hechos de armas y a no pocas rivalidades de bandos. Las guerras civiles castellanas del siglo XV fueron la escuela de las campañas americanas.
Víctor Manuel Galán Tendero.