LOS VALIOSOS ELEFANTES DE LOS EJÉRCITOS ANTIGUOS.
En el 328 antes de Jesucristo, las fuerzas de Alejandro Magno se enfrentaron en el Hidaspes con unas criaturas grandes. Eran los 200 elefantes del rey Poros, capaces de imponer temor a los avezados comandantes macedonios. Aunque los de Alejandro se impusieron, sus fuerzas superiores tuvieron dificultades para derrotar al más reducido ejército de Poros. Los elefantes eran empleados en la India desde hacía tiempo con fines militares, un uso que pasó al imperio persa. Tras una intensa semana de doma, sus guías completaban su adiestramiento a lo largo de tres años, en los que conseguían acomodar sus movimientos a sus deseos. Sentados en el cuello de los elefantes, los guiaban con la ayuda de su voz, la presión de sus pies sobre sus orejas y una vara. Algunos imperios de la India antigua llegaron a disponer de más de 6.000 elefantes, según algunos cálculos ciertamente optimistas.
Los sucesores del gran Alejandro, los diadocos que tallaron sus propios reinos, adoptaron la utilización india de aquellos gigantes. Cada animal recibía su propio nombre, como si de una persona se tratara, y a sus lomos se encaramó una torre desde la que un par de guerreros podían disparar sus proyectiles. El experto guía no acostumbraba a protegerse con armadura, pero el elefante sí, reforzada a veces con verdaderas espadas.
Conscientes de la importancia militar de los elefantes, los seléucidas impidieron que sus rivales ptolemaicos de Egipto se abastecieran de los mismos desde la India, por lo que tuvieron que recurrir a los del África Oriental, también especialmente aptos. En el 217 antes de Jesucristo midieron sus fuerzas en la batalla de Rafia, al Este del Sinaí, los 102 elefantes de Antíoco III contra los 73 africanos de bosque de Ptolomeo IV. La suerte acompañó al bando de los segundos en esta ocasión.
Aunque podían figurar en retaguardia, los elefantes se disponían en primera línea con las funciones de intimidar y romper las filas enemigas. Con precaución, podían estar protegidos por fuerzas de infantería. En varias grandes batallas demostraron su valor militar. En el 279 antes de nuestra Era los romanos no lograron abatir a los del rey Pirro con sus carros erizados tirados por bueyes y sus lanzadores de garfios. Cuatro años después, Antíoco I venció con su ayuda a los celtas, los temibles gálatas, cuya caballería y carros serían arrollados. Los famosos elefantes de Aníbal que marcharon contra Roma en el 218 antes de Jesucristo se adaptaron generalmente bien al camino y a las condiciones climáticas, pero los rápidos del cruce de los ríos los desorientaban, ocasionando la muerte de muchos de sus guías.
El más temible adversario de los ejércitos que disponían de elefantes eran las estampidas, capaces de volverse contra la misma formación. Era un riesgo muy grande, que unido a las dificultades de cría y de adiestramiento desalentaba a varios responsables militares. No siempre fue posible abastecerse de tan formidables animales.
Los pequeños animales como los ratones, ciertos sonidos o elementos perturbadores podían provocar la estampida. Se ha sostenido que los romanos llegaron a vencer a los elefantes de Pirro en Benevento con aullidos de cerdos. En el 202 antes de Jesucristo, el general Escipión ordenó en Zama dejar a sus legionarios espacios para que los elefantes cartagineses pudieran ser neutralizados. Yuba de Numidia unió a los pompeyanos sus elefantes en el 46 antes de nuestra Era Yuba de Numidia contra César, que los derrotó con preparación de sus soldados y honderos en la batalla de Tapso. La Era de los elefantes parecía tocar a su fin.
Bibliografía.
Gabriel, Richard A., The Great Armies of Antiquity, Londres, 2002.
María Berenguer Planas.