LOS TESOROS DEL ALCÁZAR DE SEGOVIA. Por Carlota Gil Martínez.
De 1122, ya reconquistada Segovia, tenemos la primera mención de esta fortaleza y palacio erigido sobre anteriores construcciones defensivas.
La puerta principal del Alcázar de Segovia tiene un foso donde antiguamente había agua, pero ahora está vacío y tiene focos para poder iluminarlo por la noche. El Alcázar es un castillo muy grande que se puede observar desde kilómetros a la redonda, ya que la torre de San Juan tiene mucha altura. Les servía para poder defenderse de los atacantes y ver a cuanta distancia estaban de ellos. Tiene una puerta pequeña por donde entraban los caballeros para que fuera muy difícil entrar en el castillo.
Esta es la sala de los reyes, donde se encuentran las estatuas de cada uno de los reyes que han vivido en el Alcázar de Segovia durante todos los siglos en los que no ha estado como monumento de exposición. Debajo de cada una de las estatuas se encuentra una breve historia de la vida de aquel monarca, por ejemplo Alfonso X El Sabio. También dispone de una mesa donde se dice que los reyes de aquella época juzgaban a sus caballeros; tiene unos grandes ventanales con vidrieras de la época decoradas de muchos colores.
Estas son las vistas que se pueden apreciar desde la gran torre de San Juan. A lo lejos se ve la catedral y un poco más cerca hay un edificio azul y blanco donde era un laboratorio, que es donde hoy se compran las entradas, ya que todo lo que había dentro antiguamente fue trasladado a las salas del Alcázar de Segovia. Donde puedes ver todo lo que había antes como probetas, pipetas, diccionarios y libros en los que se puede apreciar cómo se estudiaba la química en aquellos tiempos. Desde arriba se podía llegar a ver hasta el foso que hay abajo.
En esta ilustración se puede apreciar la armadura que llevaban en el siglo XV los caballeros y sus caballos. Los caballeros estaban cubiertos de metal de la cabeza a los pies, ya que así conseguían que al luchar no les hiciera tanto impacto en la parte donde lo recibieran. Los caballos no estaban recubiertos completamente, solo hasta la mitad del cuerpo ya que así les sería más fácil caminar, correr, trotar… Muchos caballeros llevaban grandes lanzas de madera con las que luchaban contra los enemigos y también llevaban plumas en las cabezas para impresionar a sus contrincantes.