LOS PUNTOS CALIENTES DE LAS MAFIAS EN ITALIA. Por Gian Franco Bertoldi.
Las distintas organizaciones del crimen organizado han conmovido la vida pública italiana con demasiada frecuencia en el último siglo.
La siciliana Cosa Nostra ha tenido su principal núcleo de poder en Palermo y en el Oeste de la isla, territorio de importante riqueza agraria, lo que ha puesto en entredicho el vínculo entre mafia y subdesarrollo. Las grandes familias de la Cosa Nostra no han conseguido dominar de la misma manera la vida pública del Este de Sicilia, mucho más marcada por el latifundismo.
En la ciudad de Reggio y en toda la Calabria la Ndrangheta impone su ley, especialmente en el Sur, donde los lazos de respeto familiar y las ceremonias religiosas de carácter social han adquirido un peso muy marcado en la vida de sus pueblos.
En el triángulo de Nápoles, Caserta y Salerno surgió y se hizo grande La Camorra, que ha sabido hacerse con el dominio de importantes áreas urbanas.
La Sacra Corona Unita es de gran importancia en Bari y Brindisi.
Tradicionalmente los historiadores y politólogos han apuntado la discrepancia entre el Sur y el Norte italiano tras la unificación de 1870 para explicar el fenómeno mafioso. En el Mediodía señorial y rural se incubaría un movimiento de protesta contra el orden impuesto desde el Norte, que se canalizaría a través del crimen organizado. Según esta visión, los mafiosos serían los caciques privados del poder del Estado, en vivo contraste con los andaluces influyentes en Madrid.
Más modernamente autores como Jean-François Gayraud han matizado esta visión y han destacado como las mafias emergieron en enclaves urbanos dotados de una gran vitalidad y atentos al tráfico ilegal de mercancías y personas. Serían una forma perversa de la acumulación capitalista, recurriendo a formas de subordinación violentas de fuerte componente tradicionalista, según ilustra la experiencia de los Estados Unidos. En todo caso la marginalidad y la oposición a la ley aparecen como fundamentales.