LOS PUEBLOS DEL MAR ATACAN UGARIT. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
A finales del siglo XII antes de Jesucristo, cuando la Edad del Bronce iba tocando a su final, una serie de grandes Estados, de imperios, del Mediterráneo oriental y del Asia occidental fueron atacados con éxito por una verdadera oleada de invasores, los llamados pueblos del mar, de perfiles imprecisos todavía. Mientras el Egipto de Ramsés III se mostró capaz de derrotarlos, otros no gozaron de la misma suerte. La antaño próspera ciudad de Ugarit corrió un destino adverso. Su monarca Ammurapi llegó a pedir auxilio a su homólogo y superior del reino de Alasiya, en una sentida misiva que ha sido conservada en una tablilla de arcilla. Su tenor es el siguiente:
“Padre mío.
“He aquí. Llegaron las naves enemigas; mis ciudades fueron incendiadas, e hicieron en mi país cosas malas. ¿No sabe mi padre que todas mis tropas y carros están la tierra de Hatti, y que todos mis barcos están en la tierra de Lukka?
“Por lo tanto, el país está abandonado a sí mismo. Que mi padre lo sepa: las siete naves enemigas que vinieron aquí nos infligieron mucho daño.”
La ciudad de Ugarit se encontraba entonces en la órbita de los poderes hititas, como el de la chipriota Alasiya, un importante Estado rico en cobre. Los atacantes se aprovecharon que el grueso de sus fuerzas se encontrara en áreas como las de Hatti, en el interior de la península de Anatolia, haciendo frente a otros desafíos. Las siete naves que pusieron en jaque el poder de Ugarit nos pueden parecer, en una primera lectura, no excesivamente importantes, pero fueron bien capaces de golpear en un momento delicado, pues el auxilio de los hititas nunca llegó. Sus divisiones internas terminaron pasándoles factura, y las incursiones de los pueblos del mar abrieron un nuevo tiempo histórico.
Para saber más.
Trevor Bryce, The kingdom of the Hittites, Oxford, 1998.