LOS PRINCIPALES RASGOS DE LOS IMPERIOS NÓMADAS.
Los pueblos nómadas de la alargada estepa de Eurasia han pasado a la Historia como verdaderos rayos, fuerzas de la naturaleza capaces de incendiar toda una época, como los mongoles del siglo XIII.
Su modo de vida no era atávico, sino que siguieron una evolución altamente especializada a partir de las primeras comunidades neolíticas. La ganadería que practicaban exigía un elevado grado de especialización, desde todas las clases de pastores a los jinetes. La trashumancia les brindaba una gran movilidad, que les permitía conocer amplios territorios, familiarizándose con sus problemas y sus posibilidades de explotación de uno u otro modo.
Los pastos eran susceptibles de apropiación comunitaria, dentro del orden establecido por el grupo, pero los rebaños se distribuían entre sus distintos integrantes. Se daba la circunstancia que junto a los grandes ganaderos formaran los más pequeños, con apenas unas cuantas cabezas. La sociedad de los nómadas estaba regida por un grupo aristocrático de guerreros, imbuidos en ocasiones de nociones religiosas. Dirigían tales aristócratas grupos vinculados por lazos familiares, con sus dependientes e incluso esclavos.
Las apetencias aristocráticas condujeron a distintos conflictos, que a veces se resolvían con la fusión de varios grupos bajo una misma jefatura, que en ocasiones adquirieron un prestigio legendario, como Atila o Gengis Kan. En semejantes condiciones, los nómadas podían desatar una considerable potencia militar, capaz de quebrantar la resistencia de los pueblos sedentarios. Sus arqueros montados derrotaron con sus maniobras a varios ejércitos bien organizados. La llanura húngara se convirtió en un importante centro de poder nómada euroasiático, con buenos pastos y próxima a importantes centros de autoridad, de botín atrayente.
La imposición de su poder no dio pie a imperios duraderos, pues en las vastas extensiones que conquistaron impusieron tributo a los subyugados, sin alterar su sistema de vida de forma profunda. Cuando algunos conquistadores nómadas se asentaban entre una población sedentaria más numerosa, terminaban siendo absorbidos y el sistema de dominio imperial se cuarteaba. Tales momentos de dificultades podían ser aprovechados por otros grupos de carácter nómada, que tiempo más tarde incurrían en los mismos problemas. Tal tendencia cíclica fue captada y expresada con elegancia por el pensador del siglo XIV Ibn Jaldún.
Indiscutiblemente, el mundo de los nómadas atrajo la atención de viajeros y pensadores de las civilizaciones sedentarias, que al final decidirían la suerte de sus oponentes nómadas.
Verónica López Subirats.
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