LOS PORTUGUESES INTENTAN DESBANCAR A LOS HOLANDESES EN EL JAPÓN DE LOS SHOGUNES.
En el siglo XVII, Portugal se desvinculó de la Monarquía española y reorientó su imperio ultramarino. Antes de 1580, sus posesiones más valiosas se encontraban en Asia, pero el crecimiento del Brasil fue notable desde entonces. Los holandeses se hicieron fuertes en Indonesia, desafiando con éxito el predominio ibérico, pero resultaron finalmente rechazados de tierras brasileñas.
Pedro II, una vez firmada la paz con España, acarició la posibilidad de recuperar posiciones en Japón, cerrado a los extranjeros por los shogunes, con la excepción de las dos naves holandesas que podían arribar al año a Dejima. El catolicismo había sido identificado como una amenaza para el orden político-social nipón.
Los portugueses no se resignaron y desearon desbancar a los holandeses. El virrey de la India, a pesar de los infortunios de las guerras de Goa, prestó apoyo a las iniciativas llevadas a cabo entre 1680 y 1685, al igual que el capitán general de Macao, pendiente de las naves chinas. La separación de las Filipinas españolas les impuso dificultades.
Los padres jesuitas fueron bastante activos, aunque se descubriera que los japoneses contemplaban la difusión del catolicismo como un medio de dominación. Observando los ritmos marcados por los monzones, algunos viajaron disfrazados en naves holandesas, aunque al final eran descubiertos en Batavia.
A través del reino de Siam, algunos pretendieron alcanzar el archipiélago japonés como pilotos en naves chinas, aunque tampoco lograron el éxito por adversidades como las ocasionadas por los piratas de la costa de Camboya.
El naufragio cerca de Macao de viajeros japoneses embarcados en naves chinas también fue visto como una oportunidad, dispensándoles buen trato para convertirlos en embajadores de su causa. Tampoco dio resultados.
Como el enviar una flota a Japón resultaba muy caro, aparte de otras consideraciones, las pretensiones fueron enfriándose. Desde España, se siguieron con interés tales intentos, que demostraron que los pueblos ibéricos nada daban por perdido a fines del siglo XVII.
Fuentes.
Archivo Histórico de la Nobleza. Osuna, CT. 197, D. 74.
Víctor Manuel Galán Tendero.
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