LOS ORÍGENES PREHISTÓRICOS DE LAS ALDEAS DE LA CUENCA DEL DUERO. Por Verónica López Subirats.
Las sociedades que alcanzaron la metalurgia del bronce a veces también dispusieron de la escritura, como fue el caso de los Estados del Oriente Próximo, plenamente históricos.
Sin embargo, otras comunidades aparecen ante los investigadores como prehistóricas al carecer de manifestaciones escritas. Las poblaciones de la cuenca del Duero de la segunda mitad del milenio segundo antes de Jesucristo merecen esta caracterización.
La investigación las ha bautizado a partir del nombre de un yacimiento característico, como la abulense Cogotas (en el término de Cardeñosa), o de una de las etapas de la Edad de los Metales, la del Bronce Final en este caso. Se trataría de la larga fase anterior a la eclosión de los vetones o Cogotas II.
En Cogotas I encontramos una serie de objetos familiares para los estudiosos de la prehistoria hispánica, como las cerámicas de punto en raya o del boquique, además de hachas planas, dagas remachadas y puntas de flecha con aletas y pedúnculo. Desde el punto de vista de la cultura material, aquellas gentes mantuvieron formas anteriores, sin necesidad de complejas conexiones con otros centros culturales.
A lo largo del territorio apuntado aquellas gentes, cuyos nombres reales todavía desconocemos, se diseminaron en poblaciones habitualmente no delimitadas por circuitos amurallados. Los vestigios de construcciones resultan modestos y la interpretación de las fosas asociadas admite distintas interpretaciones.
A veces se han tomado tales fosas como ejemplos de silos de almacenamiento de granos. Los pobladores de la cuenca del Duero practicaron la agricultura y aprovecharon bien las terrazas fluviales. La labranza no era incompatible, al contrario, con la ganadería, ya que resultarían ser actividades complementarias.
La vida nómada no se asocia necesariamente con la trashumancia, sino más bien con la sedentaria capaz de organizar un espacio territorial amplio. En Los Tolmos, yacimiento de la soriana Caracena, se han encontrado evidencias de una actividad ganadera estacional. Los ganaderos necesitarían la asistencia de los agricultores para su provisión. Algunos autores han postulado la práctica de una agricultura de roza, lo que no alentaría la concentración demográfica.
En estas sociedades de modestos agricultores y primeros ganaderos trashumantes las jerarquías no se encontraban muy marcadas, lo que no significa que se tratara de comunidades igualitarias. Su dispersión territorial sugiere que se trataría de una sociedad aldeana, de hábitat disperso, tan característica de la Historia de estas tierras.
Con la adopción del hierro, bien estudiado en el yacimiento de Soto de Medinilla, comienza a emerger el hábitat concentrado de núcleos que dominaron sobre un territorio más o menos extenso. Fue el tiempo de los vetones, especialmente. En cierta medida los antecedentes de las comunidades de villa y tierra de la Edad Media, en las que una cabecera urbana dominaba sobre un territorio tachonado de aldeas, se remontarían a la misma Prehistoria.