LOS ORÍGENES DEL SERVILISMO Y DEL ENCHUFISMO, EL PATRONATO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En las sociedades antiguas destacó un grupo de individuos que se hicieron dignos de fama y de reconocimiento entre los miembros de su comunidad por su bravura, inteligencia, experiencia o riqueza. Además de encargarse de la suerte de los de su linaje, también lo hicieron de sus servidores y personas que se acogieran a su protección. Los romanos les dieron el nombre de patronos, unas figuras cruciales en el paso de la sociedad gentilicia a la de categorías socio-económicas que ya podemos asociar con las clases. El embrión del patronato romano lo encontramos en la civilización etrusca, donde ya descollaron este género de individuos alrededor de sus monarcas o gobernantes.
Los autores clásicos resaltaron la importancia de los vínculos de patronato o algo muy similar entre los pueblos hispanos, como se aprecia en las descripciones de los funerales de Viriato, donde lucharon en su honor parejas de guerreros. No conocemos las diferencias entre los vínculos de patronazgo romanos y los de los lusitanos, por ejemplo. Sin embargo, se parecieron los suficiente como para que los conquistadores romanos recurrieran a ellos a la hora de controlar los territorios que fueron conquistando.
Los políticos romanos en liza por el ejercicio de la autoridad republicana no dudaron en emplearlo en su propio beneficio, creándose verdaderos ejércitos particulares con recursos que en teoría eran del pueblo romano. Los emperadores también se aprovecharon de estos mecanismos.
El patronato imperial fue suplantando a los anteriores patronatos provinciales, que se consideraron fuentes de fidelidad alternativas poco gratas. En un mundo en el que la urbanización tuvo un notable impulso, la institución ganó fuerza sobre las ciudades, regulando la ley su funcionamiento en las colonias y municipios de derecho privilegiado. Recordemos que mientras las colonias eran fundaciones urbanas de ciudadanos romanos, los municipios eran ciudades indígenas que se asimilaron finalmente a las normas romanas, lo que favoreció tanto en un caso como en otro el afianzamiento de los lazos patronales.
Se dispensó el elevado honor del patronazgo a individuos capaces de defender los intereses de la comunidad ciudadana ante las más encumbradas jerarquías, así como con capacidad económica suficiente para costear celebraciones o la realización de significativas obras públicas, según la práctica del evergetismo tan cara a los romanos. Los patronos tenían la obligación de cuidar del bienestar de sus patrocinados, base de su poder, dispensando bienes, cargos o favores personales.
Las comunidades urbanas que no disfrutaran de las normas romanas pudieron también acogerse a la sombra de algún poderoso, concertando pactos de hospitalidad llamados a tener una interesante evolución posterior. Como puede verse el servilismo y el enchufismo tienen hondas raíces en nuestra cultura política.