LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA DE VICHY. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La III República francesa no fue capaz de oponerse a la Alemania nazi militarmente, y su derrota dio pie a cambios políticos notables. Un agotado Reynaud dimitió como primer ministro a favor de un hombre de ochenta y cuatro años que había sido aclamado como el héroe de Verdún durante la I Guerra Mundial, el mariscal Pétain.
El 16 de junio de 1940 asumió la responsabilidad del gobierno, y anunció su intención de firmar un armisticio con los alemanes al día siguiente. La derrota francesa se presentaba como clamorosa, y pocos prosiguieron en la lucha contra los alemanes.
Sobre las causas del desmoronamiento militar francés en 1940 han corrido ríos de tinta. Los contrarios a la III República la acusaron de alentar la decadencia del carácter nacional, lo que favorecería su derrota en el campo de batalla. Otras interpretaciones menos sesgadas han puesto el acento en cuestiones estrictamente militares.
Aunque el armisticio entró en vigor el 25 de junio, la oposición militar a los alemanes casi cesó el día 17 de aquel mes, nada más anunciarse. Funcionarios y militares se mostraron en gran medida obedientes al mandato. Incluso las fuerzas que combatían junto a los británicos optaron mayoritariamente más por la repatriación que por prolongar la resistencia. El ataque británico del 3 al 4 de julio a la flota francesa anclada en Mers el-Kebir, para evitar su caída en manos alemanas, causó una pésima impresión, además de la muerte de 1.297 personas.
Los alemanes temían que la resistencia pudiera prolongarse desde algún punto del extendido imperio colonial francés, y el armisticio fue un gran triunfo para ellos. Ocuparon militarmente la Francia atlántica, con importantes recursos económicos y humanos, y redujeron las fuerzas francesas a 100.000 soldados, casi una fuerza de policía interior a su servicio. Tampoco dejaron de anexionarse las anheladas y disputadas regiones de Alsacia y Lorena. No obstante, no firmaron un tratado de paz con la derrotada Francia, por lo que evitaron cuidadosamente las reclamaciones italianas y españolas sobre territorios franceses en África para no perjudicar la colaboración.
El primero de julio se había formado un nuevo gobierno en el hotel del balneario de Vichy, localidad que daría nombre al régimen colaboracionista francés. Una Asamblea Nacional quebrantada encargó a Pétain una nueva Constitución, por 569 votos a favor y solo 80 en contra. Sus disposiciones dibujaron un orden acusadamente dictatorial. El mismo Pétain se erigía en presidente y primer ministro a la vez. Podía nombrar a su sucesor, y ejercer el poder legislativo (en ausencia de la Asamblea) a través de un consejo de ministros nombrado por él mismo.
Este régimen se justificó como el mal menor ante unos invasores que hubieran podido infringir a Francia el mismo trato que a Polonia, lo que no ha evitado que sea acusado de claro oportunismo. A nivel europeo, la Francia de Vichy figuraría oficialmente entre los triunfadores de una guerra ganada por el III Reich, y dentro de la misma Francia dio el poder a las fuerzas más conservadoras.
Pétain se había mostrado muy contrario al Frente Popular, y promovió la remodelación de la sociedad francesa alrededor de los principios de trabajo, familia y patria, propios del tradicionalismo de finales del siglo XIX. El legado de la Acción Francesa es indiscutible, y algunos historiadores han hablado de fascismo a la francesa.
Lo cierto es que el régimen de Vichy, con colaboracionistas tan caracterizados como el ministro Pierre Laval, resultó imprescindible para que el III Reich pudiera succionar los recursos de Francia en su provecho y deportar a judíos franceses y republicanos españoles a Alemania.
Para saber más.
Roger Price, Historia de Francia, Madrid, 2016.