LOS MONGOLES FRACASAN ANTE JAPÓN (1274). Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Los expansivos mongoles del siglo XIII aspiraron a conquistar el Japón. Desde las sojuzgadas China y Corea, movilizaron sus considerables recursos bajo el gobierno del emperador Kublai Khan, cuya corte visitó el famoso Marco Polo.
Los japoneses rechazaron las intimaciones de dos embajadas mongolas, y se aprestaron a resistir la invasión. El shogun Kamakura ordenó el retorno de los propietarios de la expuesta isla de Kyushu, y situó más tropas en el Oeste del archipiélago.
Desde 1268, Kublai Khan pretendía atacarlos. Estuvo a punto de iniciar las operaciones en 1273, pero hasta el año siguiente no reuniría una fuerza de 900 barcos y 23.000 guerreros, según ciertas estimaciones, que puso bajo el mando del general mongol Hol Don y del coreano Kim Bang-gyong.
La flota zarpó en octubre de 1274. Cruzó el estrecho de Tsushima, y conquistó las islas de Tsushima e Iki. Sus fuerzas desembarcaron en el puerto de la ciudad de Hakata, donde los japoneses movilizaron 6.000 guerreros, muchos samuráis. El 20 de noviembre comenzó la batalla de Hakata o Bunei.
La infantería de los mongoles avanzó en formación cerrada contra los japoneses, mientras desde las catapultas de sus barcos lanzaron proyectiles contra la caballería enemiga. Los japoneses plantaron cara y recibieron refuerzos, pero en vista de la presión mongola se retiraron a las defensas de Dazaifu. Los mongoles también habían encajado pérdidas, y optaron por no perseguirlos.
Lo más sorprendente es que tras saquear y quemar la ciudad de Hakata, los mongoles izaron velas. La invasión no prosiguió. Para explicarlo, se han barajado distintas opciones. La más habitual es que los navegantes coreanos alertaron de la cercanía de una temible tempestad, la del viento divino, que según algunos se llevó por delante a 13.500 expedicionarios. Otros han insistido en que muchas embarcaciones eran de río, inadecuadas y aprestadas con demasiada celeridad para la invasión. Incluso se ha sostenido que los coreanos sabotearon conscientemente la calidad de la construcción naval, haciéndola más vulnerable a los elementos.
Algunos autores defienden que se trató de un simple tanteo, pues en 1281 los mongoles volvieron a la carga, aunque sin éxito. Lo cierto es que aquellos conquistadores no consiguieron lo que se proponían.
Para saber más.
David Morgan, The Mongols, Oxford, 2007.