14.06.2022 08:17
El Trienio Liberal suscitó una gran cantidad de ilusiones y de desilusiones parejas, pues la aplicación del liberalismo estuvo cargada de dificultades a nivel general y particular en cada uno de los territorios de la antigua Monarquía española.
La Constitución de 1812 favoreció la creación de organismos de fomento y representación territorial, las diputaciones provinciales, que durante el Trienio abrazaron a cada uno de los territorios históricos hispanos, como el principado de Cataluña.
El 15 de diciembre de 1821, la diputación provincial de Cataluña se hizo eco ante el gobierno del descontento de una parte de la ciudadanía. La aplicación del impuesto del registro público, que encarecía los documentos, fue recibida con pesadumbre, cuando los gastos generales de la administración en Cataluña ascendían a setecientos millones de reales.
Se sostuvo que tal impuesto había suspendido la celebración de contratos matrimoniales, y que ponía en peligro los derechos prometidos en la Constitución. Se consideraba a los impuestos los auténticos termómetros graduadores del beneplácito hacia la Constitución, que debería de contar con más defensores que los ilustrados que apreciaban su alcance intelectual.
La exposición no dejó de apuntar al carácter sufrido de los catalanes, que habían sufrido una terrible guerra contra Napoleón, la entrada de géneros extranjeros y la pérdida de dominios en América. Los frutos de la Cataluña del XVIII parecían a punto de perecer, iniciándose algunas reivindicaciones posteriormente incorporadas por el catalanismo.
Por el momento, se solicitó un sistema fiscal más proporcional y sencillo, además de medidas más concretas como la rebaja de sueldos de los funcionarios, la reimposición de máximum de precios, la abolición de los consumos y rebajar la aborrecida contribución. Fiscalidad y política se daban la mano en la compleja transformación del primer tercio del siglo XIX.
Fuentes.
ARXIU HISTÒRIC MUNICIPAL DE TARRAGONA.
Acords municipals de 1821, correspondència.
