LOS JESUITAS Y LA RESBALADIZA SITUACIÓN POLÍTICA CHINA DEL XVII. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El Extremo Oriente tentó a los europeos de comienzos de la Edad Moderna no sólo por sus cotizadas especias, sino también por sus ideas de cruzada. Manuel I de Portugal pretendió encontrar en tierras de Asia un aliado que atacara a los musulmanes por la espalda y poder reconquistar Tierra Santa. Sus ideas coincidían con las de su coetáneo el cardenal Cisneros. Aunque tal cruzada no prosperó, los conquistadores españoles de Filipinas lucharon contra los sultanatos islámicos desde 1565 con tales ideales. La extensión del catolicismo era un objetivo muy importante, y desde 1582 los jesuitas trataron de evangelizar China, un poderoso y rico imperio que despertó el vivo interés de misioneros, comerciantes y hombres de armas.
Bajo el pontificado de Gregorio XIII (1572-85), los jesuitas comenzaron a invertir en lucrativas empresas comerciales, las de las sedas y los metales preciosos, coincidiendo con el anudamiento a través de Manila de relaciones mercantiles entre el sur de China y los virreinatos españoles de América. Su enfoque práctico de muchas cuestiones y sus habilidades intelectuales y técnicas les granjearon un importante ascendiente en la corte china. Figuras como la de Matteo Ricci, opuesto al también jesuita Diego de Pantoja, alcanzaron gran nombradía. Gran parte de los jesuitas opinaban que si ganaban al emperador y a los mandarines, China sería convertida con gran rapidez. A su modo, intentaron compatibilizar el catolicismo con las ideas de Confucio, no sin polémica con otras órdenes religiosas.
La Compañía de Jesús hizo balance de lo conseguido en 1637. En trece de las quince extensas provincias chinas se contabilizaban veintiocho jesuitas, de los que veinticuatro eran sacerdotes y cuatro hermanos catequistas. Decían haber conseguido el bautismo de unas 60.000 personas, en una población de unos cien millones de habitantes. El rango jerárquico de los conversos era más importante para los jesuitas que su número.
Sus progresos habían sido mayores en el sureste más cercano a las Filipinas, en Fujian, donde se alzaban diecisiete iglesias. En sus tratos con las damas de la aristocracia china se valían de los eunucos para no despertar ninguna hostilidad. Su acercamiento al emperador Zhu Youjian, considerado el último de la dinastía Ming, se caracterizaría por su sutileza. Decidieron emplear la música del clavicordio para mostrarle un libro religioso mandado confeccionar por el duque de Baviera, un firme partidario de la Contrarreforma. Sus bellas imágenes sedujeron al emperador, especialmente las de los Reyes Magos, a los que consideró tan venerables como al propio tao, la esencia del orden natural. Tal libro sería expuesto en una sala espaciosa del palacio de la Gran Virtud.
Bajo Zhu Youjian, una armada china logró vencer a otra de holandeses y japoneses en 1633, pero pronto los manchúes se aprovecharían de las debilidades de la dinastía Ming. Daba comienzo la llamada por los europeos invasión tártara de China, que algunos consideraban fraguada por el mismísimo diablo. Las tribulaciones políticas de China fueron seguidas con vivo interés en Japón, cuyo emperador ordenó la expulsión de todos los chinos de sus dominios, a despecho de su riqueza o de estar casados con japonesas. Atentos observadores de los cambios políticos, los jesuitas imprimieron en el Madrid de 1651 su Suma del estado del imperio de China, en plena controversia con los dominicos y los franciscanos acerca de sus métodos de evangelización.
En su afanosa búsqueda de un nuevo Constantino, los jesuitas pusieron sus dotes matemáticas, astronómicas, técnicas y diplomáticas a disposición de los nuevos gobernantes manchúes, evitando así los excesos de su soldadesca. De este modo, se les escucharía y se les respetarían sus prebendas. El padre Juan Adán Alemán sería nombrado supremo mandarín de las matemáticas y superintendente del sello real. A otros, como a los dominicos, no les irían tan bien, algo que contribuyó a alimentar la animadversión hacia los jesuitas en el seno de la Iglesia, anunciando nuevas tormentas tanto en China como en otros puntos.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.
Filipinas, 26, R. 1, N. 2; 166, N. 4.