LOS INTRÉPIDOS SÁRMATAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

23.04.2025 12:58

              

               Bajo el nombre de sármatas conocemos a una agrupación de pueblos del Asia Central que alcanzaron gran nombradía en el mundo antiguo. En origen eran nómadas y pastores, con una forma de vida muy similar a la de los escitas y los cimerios. Sus tiendas de fieltro se erigieron en todo un símbolo a ojos de otros.

               Aunque en el siglo VI antes de Jesucristo todavía se encontraban en los territorios centrales de Asia, alcanzaron el -IV la región de los montes Urales del Oeste. Parte de ellos dirigió sus pasos hacia las orillas del mar de Azov, donde trabaron contacto con los griegos.

               Las causas de estos movimientos son tan complejas como hasta cierto punto inciertas, pero finalmente lograron establecer un auténtico Estado en el Sur de la actual Rusia. Varios factores los favorecieron. La derrota en el -175 de los masagetas por los hunos los libertó de su subordinación, coincidiendo con el vivo interés de la dinastía china Han por consolidar la rica ruta de la seda.  

               Los sármatas comerciaron provechosamente con chinos, griegos y otras gentes, aumentando su poder y sus apetencias de riqueza y gloria. Sus jefes se hicieron sepultar en magníficas tumbas con cámara y corredor, cubiertas por pequeños montículos de tierra, acompañados de armas tan valiosas como cotas de malla de hierro y otras riquezas. Con el tiempo, su sociedad se estratificó cada vez más, y los reyes sobrepujaron a las reinas, declinando el carácter matriarcal de sus comunidades. Por influjo iranio terminaron adorando al fuego.

               Establecidos en Dacia en el siglo I antes de Jesucristo, Estrabón nos ha transmitido que su ejército se cifraría en unos doscientos mil guerreros, de los que veinte mil corresponderían a los alanos. Al carecer de la destreza de los escitas como arqueros, recurrieron al estribo metálico y a la espuela, cuya invención se les atribuye. Su caballería pesada, provista de yelmos puntiagudos y lanzas largas, era de extracción aristocrática, según Tácito. El resto de su ejército estuvo formado por los arqueros montados con gorros y corazas de cuero. En estas unidades combatieron las doncellas, inspirando los relatos de las Amazonas. No podían contraer matrimonio hasta que no hubieran matado a un enemigo en combate.

               Libraron duros y difíciles combates contra los escitas de la Rusia meridional, a los que lograron recluir en la península de Crimea. Coaligados con los tracios, impusieron un gobernante de su gusto en el trono del Ponto a la muerte de Mitrídates el Grande en el -63. Su influjo perduró allí hasta la conquista goda del 332. Otros grupos sármatas se adentraron en el Cáucaso (estableciéndose en Osetia) y en la Europa Central, concretamente en Besarabia y Polonia.

               Finalmente, los expansivos sármatas entraron en conflicto con los no menos expansivos romanos. A la muerte de Mitrídates se abrió la lucha por el dominio de la cuenca del mar Negro, rica por su comercio de esclavos, cereales, ámbar y otros productos de singular valor. Los romanos emplearon su diplomacia para dividir a los distintos grupos sármatas en su beneficio, concertando una alianza con el reino del Ponto. También llegaron a requerir a contingentes de sus célebres fuerzas de caballería para sus campañas.

               La conquista del bajo Danubio en el 63 permitió a los romanos someter a parte de los sármatas, trasladando a unos cien mil al imperio. Por entonces, Nerón acarició la idea de convertirse en un nuevo Alejandro Magno, albergando grandiosos planes de conquista desde las riberas del mar Negro hacia el interior de Asia. Sin embargo, sus sucesores inmediatos desecharon tales propósitos.

               Roma distaba mucho de haber liquidado la cuestión sármata, ya que su caballería pesada fue sustituida por otra más letal compuesta por jinetes provistos de ballestas hunas, bien capaces de disparar flechas con puntas de mayor peso. Las campañas en el curso inferior del Danubio crearon una mayor inestabilidad a las fronteras romanas, atacadas por los sármatas de Moldavia y Besarabia. Por mucho que unieran sus fuerzas a las del imperio en la conquista de Dacia entre el 88 y el 101, años más tarde atacaron los nuevos dominios romanos.

                En el 175 el emperador Marco Aurelio pareció vencerlos definitivamente en las heladas aguas danubianas, logrando del título de Sarmático. Un tratado les impuso que 5.500 de sus guerreros marcharan a guarnecer el muro de Adriano y otras posiciones romanas en la lejana Britania. Sin embargo, su subordinación no estuvo asegurada, dada su heterogeneidad. En el agitado siglo III, unieron sus fuerzas a las de los godos para atacar por Panonia y Dacia, llevando a la guerra un carro para sus príncipes caídos en la lucha, al modo de los escitas.

               Fueron los hunos los que consiguieron someterlos sangrientamente en el siglo IV, aunque parte de los sármatas sobrevivió hasta el siglo VI. El invocar su nombre fue motivo de orgullo para los nobles polacos de siglos posteriores.

               Para saber más.

               Fergus Millar, El Imperio romano y sus pueblos limítrofes. El mundo mediterráneo en la Edad Antigua IV., Madrid, 1990.