LOS INTRÉPIDOS COLMENEROS DE CASTILLA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La apicultura ha sido practicada por la Humanidad desde tiempos prehistóricos. La miel ha sido uno de los grandes edulcorantes de la Historia y los colmeneros a veces han alcanzado una posición destacada en algunos lugares, como sucedió en la Castilla medieval.
Los colmeneros, como otros colectivos, reclamaron derechos de los reyes y en Castilla se hicieron remontar a Alfonso VIII, escogido una vez más como el rey de referencia a efectos legales. Su nieto Fernando III les otorgó el derecho a cazar conejos en 1220.
Transitar y laborar por descampado no era nada seguro en aquellos siglos, especialmente por los terrenos más accidentados. A fines del siglo XIII la Castilla que había conquistado muchas tierras a los musulmanes padecía terribles problemas de inseguridad, fruto de cuestiones sociales no resueltas. Las gentes de Talavera se las tuvieron que ver con los bandidos de la sierra de Guadalupe.
Los colmeneros compartieron muchas angustias con los ganaderos, también atentos a la seguridad de los caminos. Además, las colmenas eran susceptibles de seguir verdaderas rutas de trashumancia, de la montaña al llano y viceversa, a lomos de animales de carga.
En 1302 los colmeneros y los ganaderos de Toledo, Talavera y Ciudad Real (entonces Villa Real) unieron sus fuerzas, en medio de una Castilla en delicada situación política. Conformaron una hermandad para dar caza a los golfines y maleantes de los montes de Toledo. Los acompañaban ballesteros armados y en la hermandad terminaron ingresando hasta caballeros para cumplir sus punitivos fines.
Tuvo tal hermandad su sede capitular fundamental en la iglesia toledana de San Bartolomé extramuros, donde los apicultores tuvieron gran relevancia. Al frente de la misma se encontraban dos alcaldes, elegidos por unos dos años en Navas de Estena tras la junta general de las tres hermandades de Toledo, Talavera y Ciudad Real. Los nueves o regidores los asesoraban. Cinco cuadrilleros se encargaban de la vigilancia del campo contra los delincuentes.
Los gastos de tales batidas fueron cuantiosos y Fernando IV les autorizó a exigir derechos a los pastores para cubrir gastos. Así comenzó el pago a la Hermandad Vieja de Toledo de la asadura, a razón de cada hato de ganado, aprovechando que los trashumantes cruzaban el Tajo por el puente de Montalbán. En 1517, con una ganadería en expansión por tierras castellanas, se reguló nuevamente para los colmeneros toledanos. También se arrendaron posadas de colmenas como la de Nuño Román en 1373 para conseguir dineros, además de los de las sanciones o caloñas.
Alfonso XI, en su turbulenta minoría de edad, confirmó en 1315 tales privilegios. Los maestres de las órdenes, concejos, alcaldes, merinos y justicias debían acudir a sus llamamientos contra los malhechores, dispensarles viandas a cambio de dinero. Nunca debían pagar portazgos de caza, ni dejar de exigir a los pastores y vaquerizos la asadura correspondiente.
En un acto claramente político, Enrique II confirmó en 1371 los privilegios de los colmeneros, que lograron de Enrique III en 1405 que el concejo de Toledo no vedara sus derechos de caza y corta de leña en sus términos.
Los colmeneros de otras localidades de la Corona de Castilla reclamaron un trato similar. Alfonso X el Sabio los concedió a los de Sevilla, donde cinco hombres buenos de la hermandad y los alcaldes podían perseguir y prendar a los golfines de la sierra durante ocho días, corriendo con los gastos el resto de los hermanos.
La presencia de los colmeneros en el territorio nunca se perdió de vista. En la Sevilla de 1478 se prohibió quemar o rozar terreno alrededor de las colmenas y en 1530 el gobernador del Campo de Calatrava advirtió a los colmeneros ante los fuegos prendidos en las dehesas de la villa de Malagón para ahuyentar a los lobos.
La función de seguridad no pasó desapercibida y algunos autores han sostenido que la Santa Hermandad tomó varios elementos de los intrépidos colmeneros a la hora de imponer el orden por los campos castellanos.
Fuentes.
Sánchez Benito, José María, “La Hermandad de los Montes de Toledo entre los siglos XIV y XV”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 18, 2005, pp. 209-229.