LOS HOLANDESES ATACAN LOS DOMINIOS IBÉRICOS DE AMÉRICA.
Las tierras y las riquezas americanas atrajeron con fuerza a los distintos pueblos de Europa Occidental. Franceses e ingleses cuestionaron a lo largo del siglo XVI el monopolio de españoles y portugueses, que se unieron en 1580 bajo Felipe II. Enfrentados a muerte con este rey, los holandeses también codiciaron los tesoros indianos.
Ya en 1593, frecuentaron las salinas de Araya. Entre 1599 y 1600 llegaron allí unas cuarenta y seis urcas holandesas y unos mil hombres para proveerse de sal, según informó el gobernador español de Cumaná Diego de Suárez. Por aquel tiempo también se interesaron por Guayana y merodearon igualmente por la costa brasileña.
En 1604 Van Garden al frente de siete naves y unos 1.242 cañones atacó Bahía. Se hicieron los holandeses con el dominio de su costa durante cuarenta días, pero no lograron tomar la ciudad, gobernada por el portugués Diego Betello. En su retorno pasaron por el litoral de Pernambuco, sin apenas éxito.
En diciembre de 1605 la Armada Real del Mar Océano, mandada por Luis Fajardo, capturó en Araya varias naves holandesas e inglesas. Se deshicieron las instalaciones de carga de los holandeses, aunque prosiguieron sus acciones en la costa de Venezuela.
En 1609, la Monarquía hispánica alcanzó una Tregua con las Provincias Unidas, que verdaderamente no se extendió más allá de Europa. La lucha prosiguió en otros frentes, como los del Índico y Asia, y en 1614 pasó por Río de Janeiro la expedición de seis naves de Van Spilbergen, de camino hacia las Molucas por el estrecho de Magallanes.
En 1621 concluyó la Tregua de los Doce Años, y los holandeses fijaron su atención en el área de Brasil, donde fuertes como el de Belem y flotillas de canoas habían dificultado su establecimiento. Aquel mismo año se creó la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, hermana de la poderosa de las Indias Orientales que pretendía extender por las Américas el comercio y el poder de las Provincias Unidas.
En 1623 se organizó una expedición para capturar San Salvador de Bahía, al mando de Piet Heyn, cuyas naves salieron de los Países Bajos por separado para reunirse sigilosamente en Cabo Verde. El 9 de mayo de 1624 llegaron allí veintiséis buques y 3.400 holandeses, que lograron hacerse con aquella plaza del Brasil portugués.
La amenaza era grave para los intereses de la Monarquía hispánica. En noviembre de aquel mismo año salió de Lisboa una armada de veintiséis naves y 4.000 hombres mandada por Francisco de Almeida, que aguardó a los treinta y siete navíos y 7.000 hombres de la Armada Real del Mar Océano, comandada por Juan Fajardo. Dirigió ambas fuerzas Fadrique de Toledo como general. El 30 de abril recuperaron San Salvador de Bahía, donde hicieron 3.000 prisioneros y tomaron siete naves y 250 cañones.
Las treinta y cuatro naves de socorro holandesas llegaron tarde, por lo que decidieron dividirse para atacar los dominios de Felipe IV, como el castillo de Mina en África y Puerto Rico. Precisamente, en 1625 la flota de dieciocho naves de Hendrik atacó Puerto Rico, defendido por Juan de Haro. El almirante holandés murió en la cubana Matanzas más tarde.
El apresamiento de la flota de Nueva España por Piet Heyn en 1628 supuso un notable aporte de capital para la Compañía de las Indias Occidentales, que pudo financiar nuevas empresas. El almirante Benavides fue acusado de tal pérdida en España y ajusticiado.
Una vez aminorada la presión imperial sobre las Provincias Unidas, se pudo armar una flota de sesenta y siete urcas grandes y 8.000 hombres para atacar la región brasileña de Pernambuco en 1630. Los holandeses la atacaron por los puntos de Olinda y Recife, dirigidos por Hendrik Corneliszoon Lonk. En los meses de febrero y marzo de aquel año lograron sus objetivos. Fueron reforzados pronto desde los Países Bajos y el gobernador portugués Matías de Alburquerque se vio reducido a actuar con tácticas guerrilleras.
En España se creó la Junta de Pernambuco para tratar de resolver tan grave problema, pero su dinero procedía de la comprometida Real Hacienda. Con todo, el 5 de mayo de 1631 salió de Lisboa la armada al mando de Antonio de Oquendo, formada por veintiocho naves con 1.658 españoles, 1.200 portugueses y 300 italianos. El 11 de junio llegaron a la Bahía de Todos los Santos. El 3 de septiembre se dirigieron a Pernambuco y el 12 se enfrentaron con la armada holandesa. Las naves almirantas y capitanas de ambas escuadras se combatieron en los Abrolhos, manteniéndose el resto de los buques a la expectativa. Su resultado fue incierto. Aunque murió el almirante Peter, no se desalojó a los holandeses de Pernambuco. La armada ibérica tuvo que aplicarse igualmente a cumplir otras misiones de protección del atribulado imperio.
La Compañía de las Indias Occidentales planeó hacerse con una base de operaciones en el Caribe y escogió la isla de Curaçao. En 1634 una armada la tomó al gobernador Lope López de Morla. La isla fue reforzada con 700 soldados, llegados en una segunda flota.
Se creó en España una nueva Junta, la de Curaçao, que se coordinó de la mejor manera que pudo con la de Pernambuco. Esta vez se envió una armada menor, con muchas misiones encomendadas, al mando de Lope de Hoces y Córdoba, con treinta buques, seis de la armada de Castilla y cuatro de la de Portugal. Se tuvieron que aportar carabelas con infantería y algunas naves de comercio.
El 7 de septiembre de 1635 zarpó la flota de Lisboa para Cabo Verde. Llegó a Recife el 26 de noviembre. Se quiso entrar en combate con nueve barcos holandeses, pero las bajas le obligaron a dirigirse a Las Lagunas, donde desembarcaron refuerzos, lo que también se hizo en el área de Bahía. Lope de Hoces pretendió entonces poner rumbo hacia Curaçao, pero el portugués Rodrigo Lobo optó por proteger la flota del azúcar. En consecuencia, el español partió con los tres galeones de Castilla. El 18 de febrero de 1636 combatió con los holandeses con dureza. Bahía no se recuperó. A 9 de mayo Lope de Hoces alcanzó Cumaná.
El poder naval hispánico se encontraba a la sazón muy comprometido. Sus problemas se agravaron con el desastre de Las Dunas del 25 de octubre de 1639. Al año siguiente, la Monarquía hispánica se enfrentó a una formidable crisis, de la que resultó la separación de Portugal. Los ataques holandeses, entre otros factores, habían contribuido a abrir un foso entre portugueses y castellanos. Con posterioridad, España terminaría haciendo la paz con las Provincias Unidas y Portugal recuperando la Nueva Holanda brasileña.
Bibliografía.
Israel, J., La república holandesa y el mundo hispánico, 1606-1661, San Sebastián, 1997.
Pérez de Tudela, J., Sobre la defensa hispánica de Brasil contra los holandeses, 1624-1640, Madrid, 1974.
Víctor Manuel Galán Tendero.