LOS GUERREROS DE LA RUTA DE LA PLATA, LOS VETONES. Por Verónica López Subirats.
Desde la Edad del Bronce las rutas de comercio enlazaron los países de la fachada atlántica europea desde las islas Británicas al Sur de la península Ibérica. Fenicios y griegos supieron obtener buen provecho de ello a través de sus asentamientos mediterráneos.
La que con el tiempo fue conocida como la ruta de la Plata desempeñó un papel esencial en la evolución social y cultural del Oeste peninsular. Las poblaciones de fines del Bronce y comienzos del Hierro consolidaron la ocupación del territorio, lo organizaron con criterios cada vez más eficaces y diversificaron sus actividades económicas.
Hoy en día los historiadores insisten más en esta evolución que en la llegada de pueblos invasores de cultura celta para explicar la etnogénesis o formación de los vetones, que coinciden con la segunda etapa arqueológica de las Cogotas.
Autores como Estrabón y Plinio se ocuparon muy posteriormente y de manera muy puntual de los vetones, cuya definición dista de ser sencilla. Tradicionalmente se les ha considerado un pueblo guerrero que no entendía la idiosincrasia de los romanos, pero la arqueología nos ha descubierto un territorio jerarquizado en las actuales provincias de Ávila y Salamanca y parte de las de Cáceres y Badajoz que atestigua el poder de unos aristocracias guerreras quizá divididas en Estados rivales, al estilo ibero, pese a compartir una serie de rasgos culturales.
Entre los siglos V y II antes de Jesucristo se desarrolló la cultura de los vetones, finalmente diluida en la romanidad con matices. Entre sus manifestaciones más sobresalientes estuvieron sus núcleos de residencia y sus estatuas de animales.
Los primeros por comparación han recibido el nombre de castros u oppida, lo que sugiere que se trataba de pequeñas ciudades que controlaban un territorio más o menos extenso. Las más destacadas se emplazaban en Yecla de Yeltes, Ciudad Rodrigo, Salmantica, Alba de Tormes y Béjar.
Justa fama ha alcanzado el yacimiento de Cogotas, antiguo emplazamiento vetón cercano al río Adaja, emplazado en el término de la abulense Cardeñosa, al Noroeste de la capital provincial. Su primer recinto data del siglo IV antes de Jesucristo y acogía a una importante población, coronada por una acrópolis y protegida de las incursiones de la caballería por un campo de piedras hincadas en el acceso de la puerta principal. Más allá de las murallas se extendía una necrópolis de campos de urnas, práctica funeraria que ha sido asociada con la expansión de una agricultura necesitada de más campos de labranza.
La población creció y entre los siglos III y II antes de Jesucristo se estableció un nuevo recinto, que además de acoger población disponía de espacios destinados a la producción alfarera y a la ganadería.
La importancia de la segunda entre los vetones se refleja en las figuras de los verracos o estatuas de animales que podrían servir para marcar la hitación del terreno, entre otras funciones.
Los vetones se vieron envueltos en la campaña de Aníbal contra los vacceos y en las luchas de la conquista romana su nombre no tuvo la resonancia de los lusitanos o de los celtíberos, quizá porque sus problemas sociales fueran menores. Poco a poco la ruta de la Plata y sus gentes se integraron en el sistema romano.