LOS GERMANOS EN COMBATE.
“La línea de combate se forma por grupos en cuña; retroceder, con tal que se vuelva a atacar, lo juzgan más prudencia que miedo. Retiran los cuerpos de los suyos, incluso en los combates comprometidos. El haber abandonado el escudo es la principal vergüenza, y al que ha cometido tal afrenta no se le permite asistir a los actos religiosos ni participar en las asambleas: muchos supervivientes de las guerras pusieron fin a su infamia ahorcándose.
“Eligen a sus reyes de entre la nobleza y a los jefes por su valor. El poder para los reyes no es ilimitado ni arbitrario; los jefes, más con el ejemplo que con autoridad, si actúan prestos se dejan notar y van en vanguardia, ejercen el mando por la admiración que producen. Pero no está permitido castigar, ni atar, ni golpear; solo pueden hacerlo los sacerdotes, y no como castigo, no por mandato del jefe, sino porque lo manda la divinidad, que, así lo creen, les asiste cuando combaten. Llevan a la batalla ciertas efigies e insignias sacadas de los bosques sagrados. Y tienen algo que es el principal incentivo de su valentía: no es la casualidad ni una agrupación fortuita la que forma el escuadrón o los pelotones, sino la familia y el parentesco. Tienen a su lado a sus seres queridos y pueden oír el ulular de sus mujeres y los llantos de los niños; éstos son los testigos más sagrados para cada cual, éstos son los que más les alaban. Acuden con sus heridas ante sus madres y sus esposas; ellas las repasan y examinan sin atemorizarse y llevan a los combatientes alimentos y ánimos.
“Se conserva en el recuerdo que algunos ejércitos, cediendo ya y a punto de desfallecer, se rehicieron gracias a las mujeres, por la insistencia de sus ruegos y por la exhibición de sus pechos, mostrándoles el inminente cautiverio; lo temen mucho más por la suerte de sus mujeres, hasta el punto de que se obtiene una lealtad más eficaz en las ciudades a las que se exige muchachas nobles entre los rehenes.”
Tácito, Germania. Edición de J. M. Requejo, Madrid, 2001, pp. 80-81.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.