LOS GENOVESES Y LOS ESCLAVOS ORIENTALES EN TIERRAS HISPANAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La expansión comercial de las ciudades italianas a partir del siglo XI fue deudora en gran medida de la militar de los pueblos de la Europa Occidental. Los capitales, navíos y guerreros de Pisa, Venecia o Génova resultaron de enorme importancia en las campañas de los cruzados con independencia de sus resultados.
El comercio aportó enormes beneficios a la inquieta Génova, pero no se redistribuyeron por igual entre sus habitantes, sino que fueron a parar especialmente a las coaliciones de linajes dominantes, los alberghi que adoptaban un apellido común. Las disputas entre ellas llegaron a ser feroces y nunca desdeñaron nada que pudiera acrecentar su poder.
A mediados del siglo XIII se les abrieron interesantes perspectivas de ganancia. El hundimiento del imperio almohade los llevó a colaborar más estrechamente con portugueses, castellanos y aragoneses, pese a ser con frecuencia competidores. La religión influyó muy poco en la toma de partido y en la primera mitad del siglo XIV se aliaron con los granadinos contra los aragoneses. En el Mediterráneo Oriental la crisis del imperio bizantino y la errática trayectoria del latino les permitieron ocupar sólidas posiciones.
A partir de 1266 reforzaron su poder y sus asentamientos en la península de Crimea, punto esencial de una ruta antiquísima que a través del Bósforo y los Dardanelos alcanzaba la costa palestina y egipcia. Las polis griegas ya se la habían disputado mucho antes de la guerra del Peloponeso por la valiosa circulación de ámbar, granos, materiales de construcción naviera y esclavos.
Las campañas de los mongoles habían quebrantado el principado de Kiev y habían arrojado a muchas personas a la esclavitud. Los genoveses se establecieron en puntos de Crimea como Caffa (la actual Feodosiya) y no tuvieron ningún empacho en participar del tráfico de seres humanos.
La pérdida de Tierra Santa a manos de los musulmanes no supuso un contratiempo para ellos. Es más, aprovisionaron de esclavos a los mamelucos egipcios como a los pueblos cristianos de Occidente, No fue una casualidad que la nave que trajera la peste negra al Oeste de Europa hiciera la ruta Caffa-Messina.
Los esclavos que los genoveses acarreaban desde Crimea eran el fruto de las guerras y de la miseria, como ya observara el castellano Pero Tafur. En los malos años las gentes del Norte del mar Negro llegaban a vender a los suyos por mera supervivencia, por agria que resultara.
En los reinos cristianos occidentales los esclavos ya no se emplearon generalmente en la explotación agraria, como sí sucedería en las Américas, sino en los círculos laborales domésticos como criados o ayudantes laborales. Pese a que las relaciones con los aragoneses distaron del entendimiento como con los castellanos, los genoveses les vendieron muchos esclavos de procedencia oriental durante los siglos XIV y XV.
Mallorca, que llegó a formar parte de un reino separado de la Corona de Aragón con dinastía aragonesa, se convirtió en una isla con una elevada porción de esclavos, que Verlinden cifró en el 18% en 1428 y otro autores rebajan al 13%. Muchos de ellos tuvieron su origen en el Mediterráneo Oriental y en el Asia circasiana. Su alto número se explicaría por ser Mallorca una isla propicia para negociar la cuantía de su redención.
Entre las gentes esclavizadas de origen oriental llevadas por los genoveses a Barcelona, Valencia y otros puntos de la Corona aragonesa sobresalieron los rusos (con una elevada proporción de mujeres), los tártaros (con una proporción más equilibrada por sexos) y los circasianos. Muchas veces su aspecto asiático llamó la atención de los aragoneses, como se comprueba en numerosos documentos notariales. La trata de mujeres prolongó un detestable tráfico con largos antecedentes históricos, que parece prolongarse deplorablemente a día de hoy bajo otras formas.
En 1475 parte de los tártaros de la región logró derribar el régimen genovés de Caffa con la inestimable ayuda de los turcos otomano. Una vez más, como ya sucediera en la segunda mitad del siglo XII, Occidente compensó de las pérdidas en Oriente a Génova, que en la expansión ibérica por el Atlántico encontró nuevas ocasiones de lucro y de prolongación de la temible forma de explotación humana que conocemos como la esclavitud.