LOS ESPAÑOLES DEL XVII ANTE LOS DESAFÍOS DE LOS MARES DE CHINA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

23.03.2021 17:47

               

                La expansión de los españoles en el Asia Oriental del siglo XVII se vio limitada por sus contadas fuerzas y por la energía desplegada por sus rivales, como los holandeses. La separación de Portugal a partir de 1640, tan importante en aquellas latitudes, contribuyó igualmente a menoscabar su posición.

                No obstante, mantuvieron el estratégico archipiélago de Filipinas, intentaron afirmarse en Formosa (la actual Taiwán), emprendieron la colonización de las islas Marianas y Carolinas, y preservaron con razonable éxito la ruta del galeón de Manila, de importancia capital en el comercio del Pacífico, al que estuvieron bien atentos los virreinatos de Nueva España y Perú.

                A través de esta ruta, la cotizada plata novohispana llegaba a China, y era igualmente esencial para el comercio de otros países europeos con los chinos. Los españoles, que habían albergado sueños conquistadores, siguieron con atención los acontecimientos de la caída de la dinastía Ming, suplantada tras no pocos combates por la de los manchúes. Tampoco dejaron de tomar nota del cierre de Japón por el gobierno de los shogunes, que solamente toleraron contadísimos contactos con los holandeses en Nagasaki, y de la aniquilación del catolicismo nipón. A Manila llegaban todos los años mercaderes y productos de China y Japón. En ambos países, las Filipinas incitaban deseos de conquista, y no únicamente entre sus gobernantes.

                Sus disputas internas favorecieron la aparición de fuerzas de guerreros, en numerosas ocasiones al margen de la ley, que probaron fortuna en la piratería. Los holandeses contrataron sus servicios, especialmente desde 1624, como mercenarios, pues estaban empeñados en el dominio de Indonesia y en lucha con la corona española. El uso de contratar mercenarios se encontraba muy arraigado en la Europa de la época, donde se libraba la guerra de los Treinta Años, y los españoles ya se habían planteado emplear la destreza militar de los samuráis japoneses para conquistar China a fines del XVI.

                En territorio chino, Amoy o Xiamen se erigió en su emporio entre 1628 y 1631, donde había florecido desde el siglo anterior el comercio con los europeos. Desde allí se mantuvieron relaciones mercantiles con Formosa, de gran provecho. De la fuerza de tales gentes da idea que antes de la caída de los Ming ya acosaron a los portugueses de Macao.

                La pérdida de las posiciones de Formosa a manos de los holandeses en 1642 no ahorró a los españoles preocupaciones. A la hostilidad de aquéllos se sumaron los peligros venidos de China.

                En 1659, el emprendedor Zheng Chenggong (el pirata Koxinga de nuestras fuentes) no había logrado asegurar el dominio de Nankín para los Ming, en guerra con los manchúes o tártaros de los informadores españoles, y se aprestó a la conquista de Formosa. Con los manchúes disputó una gran batalla por Xiamen. Ambos contendientes pusieron en orden de batalla unas 1.200 unidades navales, según las informaciones llegadas a Filipinas, escuchándose el cañoneo desde tierra firme. La suerte le fue adversa entonces a los manchúes, que se replegaron en buena formación y pudieron retirar gran cantidad de cadáveres a Nanquín. Los informadores españoles no dejaron de ponderar que los manchúes mandaron desde Pequín una fuerza de 100.000 jinetes, cifra que se antojaba inverosímil a quien no conociera las cosas de China.

                Los de Zheng Chenggong desalojaron a los holandeses de Formosa y se hicieron con su dominio, mientras el poder de los manchúes iba afirmándose en el continente. Los champanes que desde China acudían a Filipinas trajeron inquietantes noticias a los españoles. Manchúes y holandeses se estaban coaligando contra los chinos de Formosa, que se resultaron victoriosos en varios combates.

                El problema para las Filipinas españolas no era pequeño. En 1666 se temió que el poder de Formosa pudiera descargar contra las mismas, pero en 1668 también se desataron los temores cuando se tuvo noticia de las paces con holandeses y manchúes. Una nueva Formosa holandesa no constituía un peligro menor. En 1683, los manchúes lograron hacerse con su dominio, y se inició un nuevo tiempo histórico en los mares de China.

                Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.

                Filipinas, 9, R. 2 y  3, N. 34 y 48.