LOS EJÉRCITOS DE LOS REYES CATÓLICOS.
La conquista del sultanato nazarí puso a prueba la capacidad de movilización militar de la monarquía castellano-aragonesa. Durante diez años se emprendieron costosas campañas, muy superiores en alcance y objetivos a las incursiones fronterizas anteriores. Las huestes de los concejos y de los señores de la Andalucía bética no bastaron para ello, y se requirió la intervención de gentes muy alejadas de la frontera granadina.
En las campañas contra los granadinos combatieron las fuerzas de los continos o guardias regios, los guardas de los hombres de armas de la caballería pesada, los jinetes de la caballería ligera, de los concejos, de la nobleza y de la Santa Hermandad, que no consiguió convertirse en el núcleo de un novedoso ejército regio. Cobraron gran importancia las fuerzas de artillería, así como los servicios de transporte y asistencia hospitalaria.
A lo largo de la guerra aumentaron las dimensiones del ejército de doña Isabel y don Fernando, particularmente las de su infantería. En los tres primeros años, el número de hombres movilizados alcanzó los 36.000 en cifras redondas, y los 60.000 a punto de caer la ciudad de Granada.
Año |
Número de fuerzas de caballería |
Número de fuerzas de infantería |
1482 |
6.000 |
10.000 |
1484 |
10.000 |
16.000 |
1485 |
11.000 |
25.000 |
1486 |
12.000 |
40.000 |
1487 |
12.000 |
45.000 |
1491 |
10.000 |
50.000 |
La experiencia de la guerra granadina aconsejó, en vísperas del gran enfrentamiento con Francia por Italia, reformar el ejército. El 20 de julio de 1492 se legisló sobre la caballería popular, y el 2 de mayo de 1493 se crearon los guardias de Castilla, el núcleo del ejército permanente español de tiempos de los Austrias.
Sus 2.500 hombres se distribuían entre veinticinco capitanías. Sus cuatro quintas partes lo integraban hombres de armas, dotado cada uno de los mismos con dos caballos, armadura y lanza de arandela. La caballería ligera de las lanzas jinetas, dotada de armas como la ballesta y el puñal, componía la quinta parte restante. En tiempos de paz, sus unidades se emplazaron en el área castellana de Arévalo, Segovia, Sepúlveda y Palencia, en el Rosellón y en el litoral del reino de Granada, donde se desgajaron de manera más específica las guardas granadinas.
Se dispuso como unidades de reserva de esta fuerza las de la caballería de acostamiento, que recibía una asignación económica anual de la monarquía para servir militarmente. Las campañas italianas, en las que brillaría el Gran Capitán, afinarían más todavía la organización del ejército español del Renacimiento.
Víctor Manuel Galán Tendero.
Fuente.
Miguel Ángel LADERO, La España de los Reyes Católicos, Madrid, 2005.