LOS CUERVOS DE LA GUERRA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

22.04.2015 06:48

               Las guerras del siglo XVII fueron de alcance europeo, combatiendo en nombre de los distintos príncipes ejércitos mercenarios de procedencia variopinta. En las compañías se alistaron soldados de religión distinta a la del potentado por el que guerreaban. Las tropas suecas bajo Gustavo Adolfo se nutrieron al principio de hombres de sus Estados reclutados, pero a medida que la Guerra de los Treinta Años avanzó fueron ganando peso los mercenarios igualmente.

                Los ejércitos regulares marcharon acompañados de otra tropa muy distinta, los de la orden de los hermanos merodeadores en palabras de Von Grimmelshausen. Pese a la denominación no se trataba de grupos reglados.

                                        

                Eran bandas compuestas por personas desarraigadas por los desastres de la guerra, no pocas de ellas delincuentes carentes de escrúpulos. No acontecía la primera vez que grupos marginales seguían a las tropas en sus movimientos. Durante la I Cruzada los caballeros y sus escuderos iban acompañados de enjambres de saqueadores, que no vacilaban según algunas fuentes en caer en el canibalismo.

                Hombres, mujeres y niños rapiñaban a los caídos en el campo de batalla, llevándose botas, cintos y toda clase de objetos sin respetar nada de nada. La rapiña no respetaba lo más sagrado.

                A veces los soldados no encontraron provisiones suficientes a su llegada a una localidad porque las bandas ya habían hecho acto de presencia con sus hábitos acostumbrados.

                Aunque no observaban jerarquías como los soldados, tenían sus categorías y sus jefecillos. Resultaron de gran provecho para sembrar el terror en las tierras de las ciudades que se negaban a capitular, demostrando que la delincuencia era también la prosecución de la política guerrera por otros medios.