LOS ASUNTOS PENDIENTES DE LA PAZ DE LOS PIRINEOS.

26.06.2019 07:23

                Las monarquías española y francesa se habían enfrentado duramente por el predominio en Europa Occidental en los siglos XVI y XVII. Acérrimas rivales en los días de Carlos V y Francisco I, Francia fue vencida por la España de Felipe II y padeció las guerras de religión en la segunda mitad del XVI. Sin embargo, fue recuperando su posición en el siguiente siglo, mientras los recursos españoles se fueron agotando en los conflictos de la guerra de los Treinta Años. Ambas monarquías padecieron terribles trastornos internos y consumieron enormes fuerzas. Prolongaron la guerra más allá de la paz de Westfalia (1648) y la intervención militar inglesa decantó finalmente la balanza del lado francés. En la paz de los Pirineos (17 de noviembre de 1659), los franceses lograron una situación ventajosa, pero no consiguieron de su rival todo lo que hubieran deseado.

                La paz dejó, no obstante, una serie de asuntos pendientes, que se negociaron entre 1660 y 1662, no sin dificultades. El gobierno del joven Luis XIV no entró por el momento en una nueva guerra contra España, entonces todavía comprometida por el conflicto con Portugal.

                Se pretendió que el rey de España no continuara empleando los títulos de conde del Rosellón, Conflent y Cerdaña, los de los territorios del Norte de Cataluña que habían pasado a la Monarquía francesa, pues allí podían alentar ciertas resistencias contra la nueva autoridad. La posterior revuelta dels Angelets de la Terra (1667-8), causada en parte por la imposición de la gabela de la sal, demuestra que los temores franceses no eran infundados.

                Con el cese de hostilidades, ni el arzobispo de Tolosa Mus de Marca ni José de Margarit (contrario al gobierno de Felipe IV en Cataluña) deberían requerir a la ciudad de Barcelona y a varios particulares los dineros de los préstamos para abastecer al ejército francés en el Principado.

                Tanto Luis XIII como Luis XIV habían sido reconocidos por parte de los catalanes como condes de Barcelona y con el retorno a la obediencia a Felipe IV fueron represaliados, especialmente canónigos de la Seo de Urgel como Badia. Para evitar la privación de su dignidad, se invocó su designación canónica.

                Tales puntos pueden parecer menores a algunos en relación al enlace matrimonial entre Luis XIV y María Teresa de Austria, pero nos hablan con claridad sobre el lado más humano y candente de una guerra, el de la mezcla de vanidad y perjuicio.

                Fuentes.

                Archivo de la Corona de Aragón. Consejo de Aragón, Legajos 0231, nº 028.

                Víctor Manuel Galán Tendero.