LOS APUROS DE LA HACIENDA DEL VIRREINATO PERUANO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

18.04.2021 12:24

               

                La explotación de las minas del virreinato del Perú, como las de Potosí, se hizo cada vez más costosa en el siglo XVII, pues a medida que se ganaba en profundidad aumentaban las dificultades técnicas. La disminución del número de trabajadores amerindios movilizados, a través de mecanismos como la mita, fue otro factor negativo al respecto.

                La agricultura, la ganadería y el comercio del virreinato no acusaron por entonces una situación depresiva similar, y algunos historiadores han hablado de una mayor emancipación económica del mismo dentro de la Monarquía hispánica, al quedarse cada vez más metales preciosos para sus propias necesidades, como las administrativas y las militares.

                Bajo el virreinato del arzobispo de Lima don Melchor de Liñán y Cisneros (1678-81), se hizo un balance de las cuentas del erario de la Real Hacienda. A 10 de agosto de 1678 disponía sobre el papel de 3.806.623 pesos, de los que 2.167.439 eran deudas del gobierno del marqués de Castellar (1674-78) y 1.639.184 más de los de otros virreyes.

                Tal deuda era el resultado final de un ingreso ordinario anual de 1.953.467 pesos de media y un gasto de 2.010.829. Asimismo, se mandaron por entonces a España 2.164.080 pesos en la armada que zarpaba del Callao, sin contarse la aportación del comercio de Portobelo y de la Caja de Quito.

                El distrito de Potosí aportaba 764.094 pesos  y el de Lima 494.620, destacando sobre los demás con claridad. En aquel momento, las alcabalas que gravaban el comercio interior del virreinato devengaban 160.500 pesos, superando ya a los 127.800 del almojarifazgo sobre las transacciones exteriores, con territorios como la península Ibérica, lo que ha reforzado la comentada idea de mayor independencia económica del virreinato.

                Aunque la Caja de Quito contribuía a sufragar la defensa de Cartagena de Indias, el déficit de la Real Hacienda hacía peligrar el buen estado militar de las plazas de Panamá, Valdivia, Chile y Buenos Aires.

                En el balance del 8 de diciembre de 1681 se postularon distintos remedios. Los corregidores debían hacer tanteos de las Cajas y remitirlos anualmente al Tribunal de Cuentas. No se concederían encomiendas hasta que no vacaren.

                A tales propuestas administrativas se sumó otra solución, muy arraigada en la mentalidad de los grupos dirigentes del virreinato, la de encontrar nuevas minas de metales preciosos. Modificar la estructura económica y administrativa de un dominio que abarcaba gran parte de la América del Sur no resultó ser una labor sencilla.

               Fuentes.

                Manuel Atanasio Fuentes, Memorias de los virreyes que han gobernado el Perú durante el tiempo del coloniaje español. Tomo I, Lima, 1859.